’Catón’

Los etefcos de la verceza

Los etefcos de la verceza
Periodismo
Mayo 03, 2020 20:37 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

Era declamador. Por tanto era declamatorio. Cuando decía un poema engolaba la voz, le daba profundidades de caverna y luego, sin qué ni para qué, la volvía grito sonoroso lo mismo si estaba recitando la sonora ’Salutación del optimista’, de Darío, que la lánguida rima ’Volverán las oscuras golondrinas’ del español Gustavo Adolfo Bécquer.

Era declamador. Por tanto movía los brazos como aspas de molino. Si hubiera hecho calor en Saltillo -entonces no lo hacía, porque la ciudad estaba aún llena de huertas- habría bastado ponerlo a declamar para airear toda la ciudad y darle gran frescura, pues al decir los versos revoleaba los brazos como ventilador.

Cierto día le sucedió una tragedia. La señora N..., dama muy principal de la ciudad, organizó una velada literaria en su casa, y a él no lo invitó. Supo que había llegado una familia de San Luis, gente muy fina, y que en su honor se haría la tertulia. Y a él no lo invitaban. ¿Por qué? Abatido hasta lo indecible se fue a la cantina y se puso a tomar cerveza tras cerveza para ahogar la indecible pena que le causaba aquel desaire.

Pero ¿quién puede desairar a la poesía? De la cantina lo fueron a sacar de parte de la señora N... Los visitantes querían escuchar el ’Nocturno a Rosario’, de Manuel Acuña. ¿No les haría el favor de ir a declamarlo? Con orgullo de artista accedió a la petición. Se puso, displicente, el arrugado saco, pasó la mano por la despeinada cabellera y procurando no delatar las libaciones con lo vacilante de los pasos se dirigió a la tertulia.

Después de las presentaciones obligadas –’nuestro gran declamador’, ’legítimo orgullo de Saltillo’, etcétera- se plantó frente a la concurrencia y empezó. Siempre acostumbraba preceder su recitación con un exordio que se sabía de memoria:

-Damas y caballeros. De Manuel Acuña, inmortal bardo saltillense, su romántico y doliente ’Nocturno a Rosario’, bellísimo poema en cuyos versos el atormentado vate volcó su dolorida pasión por aquella mujer que desdéñolo y púsolo en el camino de la tumba’. Luego empezó:

’Pues bien: yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que… que...

Se interrumpió. Había olvidado lo que seguía. Todas las miradas se clavaron en él.

-Perdón por este olvido momentáneo –dijo-. Voy a empezar nuevamente desde el principio, para agarrar el hilo... Damas y caballeros. De Manuel Acuña, inmortal bardo saltillense, su romántico y doliente ’Nocturno a Rosario’, bellísimo poema en cuyos versos el atormentado vate volcó su dolorida pasión por aquella mujer que desdeñólo y púsolo en el camino de la tumba. (Pausa).’Pues bien: yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que... que… que…

Dios mío ¿qué seguía? Algo del grito. ¿De guerra? No pudo continuar. Compuso entonces la figura, tosió para aclarar la voz y dijo con exquisita cortesía:

-Hermosas damas y gentiles caballeros: han de disculpar ustedes el invencible lapsus que me obnubila la memoria y me impide obsequiar el deseo de nuestra amabilísima anfitriona. Ha de ser este pedón que traigo jijo de la rechingada.

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