México, hereje o disidente

Entre los mitos de la actual administración pública está la reforma educativa, tiene otros muchos que aprovechan la ignorancia que ellos mismos producen y reproducen para votar y decidor en lugar de la población.
Así, las disposiciones de gobierno son dogmas de fe que respalda un grupo de ilustres que si bien no están calificados para sostener con legalidad y solidez su postura sí tienen la fuerza necesaria como para imponer su criterio aunque sea alrededor de una abstracción.
Por ejemplo, no hay escuela que pueda erigirse sin el sacramento del RVOE, requisito indispensable que no dependen de localidad educativa que se imparta sino del cúmulo de papeles que se entreguen a la Secretaría de Educación Pública, que es una especie de Concilio Ecuménico en algunos momentos. Como puede verse el RVOE es sello de mala, pésima, educación.
El Pacto por México, representa la reunión de un número determinado de cardenales que deciden pro el resto de los sacerdotes y de la grey católica, con una verticalidad en el mando muy similar al de la Edad Media. Lo mismo sucede con la aprobación de las reformas estructurales donde los cardenales en pleno fueron inducidos por la gracia de Dios para aprobarlas, al ver que era lo mejor que podía sucederle a su religión, convertida en sistema político que ni es democrático, ni representativo, ni legal, sólo representa la palabra divina de los poderosos encarnada en la figura del gran papa que gobierna de sur a norte y de este a oeste.
Otro de los grandes mitos es la llamada Constitución de la Ciudad de México, que todavía no llega al estatus de entidad federativa, pero quieren hacer creer que con ello los capitalinos tendrán más derechos cuando en realidad, la creación de esa normatividad, que no es otra cosa que una especie de manual de Carreño para los buenos modales, o catecismo, y nadie intente salirse del huacal, o pecar en sus términos propios. En realidad es hacer de lo que fue el DF, un fraccionamiento donde cada fuerza política, es decir, cada rama de la religión, tenga su propia parcela de influencia, con su respectiva evangelización, es decir, con su sanción, castigo, amenaza, desaparición o ejecución.
No es Constitución lo de la ciudad de México sino reparto del botín.
La reforma educativa se convierte en parte de los dogmas de fe y hacer las veces de decálogo punitivo del magisterio grupo que mostró su herejía a las sujeciones del poder central y que ha rechazado históricamente la improvisación que se lleva a cabo desde la SEP, donde ni se renuevan en materia de programas y planes de estudio, ni existe una auténtica preocupación por la educación más allá de hacer olvidar la propia historia nacional, para adoptar como única identidad la nueva religión del régimen absolutista de la nueva Iglesia priísta.
Así, la doctrina mística de los actos y dogmas de fe se erige en nombre del pasado a través de un autoritarismo que la Humanidad ya padeció, y ha superado en otras latitudes pero en México el retroceso parece convertirse en el mejor camino hacia la salvación, de otra manera la amenaza a la disidencia, la criminalización de la inconformidad, la satanización de la protesta pueden causar males mayores, donde puede estar de por medio la vida o la libertad.
Ahí está el INE que en tiempo de campañas y elecciones se convierte en el Gran Inquisidor, y en lugar de coordinar unas elecciones con credibilidad, condena a la disidencia a limitar sus spots de campaña, en nombre del Santo Oficio.
Estamos como en la Colonia, manejados por dogmas de fe, en beneficio de una clase privilegiada que de no estar de acuerdo con lo ordenado por la corona, podemos desaparecer.