Los primeros libros

Monjes y califas, custodios del conocimiento humano antes de la imprenta

Monjes y califas, custodios del conocimiento humano antes de la imprenta
Cultura
Diciembre 08, 2014 04:06 hrs.
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Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Un interesante recorrido por la historia del libro, desde cómo se constituyó hasta la aparición de la imprenta de Gutenberg, hizo el maestro José Ignacio Sánchez Campos al hablar sobre el proceso de este objeto que modificó a la sociedad y el propio concepto del hombre.

Con el tema ‘Historia del libro en la edad antigua’, Sánchez Campos expuso de manera minuciosa cómo fue el desarrollo del libro a partir de las primeras bibliotecas monásticas. En ese tiempo se dieron la evolución de la escritura, la ornamentación, la encuadernación, la fundación de universidades por las órdenes religiosas y la formación de las bibliotecas burguesas, que tenían colecciones de libros raros y ejemplares con encuadernaciones valiosas, pues para entonces ya se consideraba al libro como un negocio y un objeto de herencia.

Dentro del ciclo de conferencias de otoño ‘Historia del libro en México en el 475 aniversario de la primera imprenta en América’, organizada por el Centro de Estudios de Historia de México Carso, el ponente dijo que las primeras bibliotecas monásticas se iniciaron en el siglo V, con la recolección de documentos manuscritos en peligro de desaparecer por la invasión de los “bárbaros” al Imperio Romano.

La cultura contenida en esos libros -que ya denotaban un influjo del cristianismo- halló refugio en los monasterios, donde se integraron bibliotecas con las Sagradas Escrituras, los escritos de los padres de la Iglesia y los libros litúrgicos, pero también con volúmenes de autores latinos y griegos.

Esta situación, señaló Sánchez Campos, quien tiene la maestría en Humanidades por la Universidad Anáhuac, permitió que los monasterios se dieran a la tarea de ordenar, catalogar y transcribir todo este cúmulo de textos; así, la Iglesia se convirtió en agente dominante durante toda la Edad Media porque en los monasterios se sabía leer y escribir.

La biblioteca de Cesarea en Palestina, fundada por Orígenes, tenía en sus haberes las bases del Canon Romano, es decir, las Escrituras de la Iglesia reveladas; por ellas se conserva la Biblia como la conocemos hoy, explicó el también licenciado en filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma.

Luego se refirió a las bibliotecas de los monasterios bizantinos, donde se conservaron los textos de la cultura griega. Constantino El Grande, fundador de Constantinopla, quiso que esa urbe fuera un gran centro cultural y promovió la creación de bibliotecas cristianas y paganas; además instituyó la Academia de Constantinopla, dedicada a estudiar y traducir los textos como un método para aprender griego o latín.

Las transcripciones que se hicieron en los monasterios del imperio bizantino, especialmente la de ‘Studion’, permitieron resguardar la historia de la humanidad, comentó Sánchez Campos, y añadió que en estas bibliotecas se conservan actualmente alrededor de 11 mil manuscritos de contenido teológico. La del monasterio de Santa Catalina del Sinaí es, después de la del Vaticano, la que más códices y manuscritos conserva. En su patrimonio está un documento escrito por Mahoma, del cual proviene la ‘Biblia Codex Siniaticus’ que está en Londres.

Igualmente, los árabes integraron bibliotecas y ejemplo de ello son la de Bagdad del califa Harun al-Roshid en la que fueron traducidos al sirio y al iraní numerosos textos griegos, y la de El Cairo, saqueada en 1068, que tenía miles de volúmenes de literatura fatimí; esos libros se dispersaron por Oriente y hoy la mayor parte está en Yemen, explicó el especialista.

El califa Al Hakem II creó la biblioteca de Córdoba, España, que albergaba 400 mil volúmenes y contaba con escribas, traductores y encuadernadores, quienes a la caída del califato se fueron a Toledo, donde se constituyó la escuela de traductores. Cuando los textos se redactaron en latín escolástico -que era la lengua universal- los libros se abrieron camino en Francia, Italia y Alemania.

Los árabes disponían de papel gracias a un chino que llevaron a Samarcanda para que les enseñara a elaborarlo; más tarde llegó a Egipto, de donde pasó a Játiva, en Valencia, y luego a otras partes de Europa, pues resultaba más barato hacer libros en papel, que en papiro o pergamino.

Podemos decir, continuó Sánchez Campos -investigador de la Biblioteca ‘Ernesto de la Peña’ del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades de la Fundación Telmex, cuya sede está en Chimalistac- que el inicio de la Biblioteca Vaticana actual fue la cesión del acervo reunido por Casiodoro en el monasterio Vivarium.

Los claustros de benedictinos e irlandeses dieron gran importancia a la lectura, estudio y copia de textos, y por ello comenzó la evolución de la escritura con el latín como base. Luego se fue regionalizando o nacionalizando, con lo que surgieron la escritura visigoda en España, la merovingia en Francia y la beneventiana en Italia; asimismo nacieron las abreviaturas para ahorrar papel, pero la forma de hacerlo era distinta en cada lugar y ello generaba problemas de comunicación.

Las nuevas órdenes religiosas (carmelitas y franciscanos) instituyeron las universidades alrededor de 1275 en París, Padua y Bolonia, con bibliotecas que funcionaban igual que en los monasterios, donde el bibliotecario hacía un seguimiento de los libros que se prestaban, es decir, sabía qué libros leían los monjes al llevar un control sobre los textos que circulaban intramuros. En las universidades se hacían copias de los textos para cada alumno, que compraba el libro pero solamente para usarlo durante el año lectivo, o bien se le prestaba con la condición de que al final del curso devolviera el volumen y un ejemplar copiado.

Así nació el libro, que con el surgimiento de la imprenta de Gutenberg pudo hacerse a mayor escala y empezó la lectura por placer, pues el hombre descubrió la magia que supone traducir los signos caligráficos en imágenes de la memoria y a través de ellas participar en otras vidas y gozar de nuevos mundos, concluyó el conferencista.


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