ASUNTO...
Juan López
En el siglo pasado, cuando la revolución no se asentaba, la muerte fue en una etapa siniestra un uso común de las costumbres, donde para mantener el poder y los intereses rústicos de cada ínsula los cristeros, los rurales, los caciques y los generales, los pedros páramos y los tilcuates, se valían de las pistolas y carabinas para mantener la zozobra, mientras las ganancias de las camorras alimentaban las madrigueras de los facinerosos.
A falta de códigos y leyes, de equidad y equilibrio, el Derecho huérfano y la justicia ausente, surge la poesía con sus difíciles tropos para vestir de luto a la literatura nacional. De esa época es ’Muerte sin Fin’ de José Gorostiza: tierra -Tabasco-, de pródigos poetas desde Carlos Pellicer hasta Jeremías, -El Viejo Lépero-, Marquínez.
Transcribo un fragmento en esta noche que es de noche aunque sea de día.
’Lleno de mí, sitiado en mi epidermis / por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso / por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada, / mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo; / lleno de mí ahíto me descubro
en la imagen atónita del agua, / que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos / a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene / sino la cara en blanco / hundida a medias, ya, como una risa agónica, / en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar / más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante oh paradoja constreñida / por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma. / En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios / y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora / un más allá de pájaros / en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula, / allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce; /atada allí, gota con gota, / marchito el tropo de espuma en la garganta / ¡qué desnudez de agua tan intensa, / qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando, / cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso también más providente / éste que así se hinche como una estrella en grano, / que así, en heroica promisión, se enciende como un seno habitado por la dicha, / y rinde así, puntual, / una rotunda flor
de transparencia al agua, / un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos / sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!’.
’Muerte Sin Fin’ dice lo que muchos callamos. Es la metáfora que convierte al taquero, al taxista, a la cortesana y al vagabundo en esqueleto. Estadísticas que hacen trizas la paz social. El plomazo artero que aniquila individuos pero que asusta a la sociedad. El mal es esa noche borrascosa y oscura que tiembla por sus estruendos pero que, felizmente el amanecer habrá de derrotar.
PD: ’Hasta cuando Catilina abusarás de nuestra paciencia’: Cicerón.