En las Nubes

Muerte en Lecumberri (capítulo 5 y final)

Muerte en Lecumberri (capítulo 5 y final)
Política
Febrero 28, 2016 21:42 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

(Su golpe, no de consecuencias. Llegó, eso sí, al cráneo sin lesionarlo….)
Tres guardias sin ropa.
Los celadores Manuel Cardona Sánchez, Enrique Castillo Castro y Fidencio Roldán Morán, fueron los últimos en enterarse de los pormenores. Y no por su gusto. Permanecieron en la celda de Fidel Corvera Ríos durante todo el trajín. Ya había pasado todo cuando se acordaron de ellos. Y comenzó de nuevo el revuelo. Las versiones más disímbolas corrieron de boca en boca. Pero las más eran en el sentido de que habían sido muertos.
Se organizo una brigada para buscarlos. Se pensó en todos los sitios imaginables. Hasta el último la celda de Fidel Corvera Ríos. Acudieron al lugar. Allí estaban. Amontonados en un rincón, con sus ropas interiores solamente. Hacían esfuerzos para soltarse de sus ligaduras.
Quienes son
los evadidos
Fidel Corvera Ríos, de negro historial en el mundo del hampa, está sentenciado a cuarenta años de prisión. Y tiene un proceso pendiente por homicidio dentro de Lecumberri. Otro por tráfico de drogas y otro por robo. De recibir las sentencias, su condena se vería aumentada a noventa años de cárcel. Algo así como cadena perpetua y unos años más.
Su detención por el asalto a una camioneta del Departamento del Distrito Federal y el homicidio de un agente de tránsito que intentó detenerlo, ocurrió el 20 de julio de 1957.
Pero el primer ingreso en prisión fue el 9 de noviembre de 1951, por robo. Más tarde regresó al penal el 27 de julio de 1953. Por robo también
En Lecumberri se le abrieron procesos por traficar con drogas en el mes de julio de este año.
Corvera Ríos, a raíz del asesinato del agente de tránsito pudo huir. Pero por un accidente de tránsito en Tacuba, con un coche que había robado, la policía le echó el guante. Desde entonces ha sido un problema para las autoridades de Lecumberri.
Antonio Espino Carrillo, mejor conocido en el hampa como Tony Espino ingresó por primera vez a prisión el 4 de noviembre de 1936, por lesiones; luego el 10 de octubre de 1939, también por lesiones; más tarde, el 26 de abril de 1940, por robo; reincidió el 26 de mayo de 1941, por asalto. Esta fecha consumó el atraco al Hotel Ritz de la avenida Madero.
El 8 de enero de 1944, volvió por robo; el 24 de abril de 1945, por el mismo delito; el 28 de septiembre de 1954, por homicidio y estafa. Esta vez hizo aparecerse con el nombre de Juan Herrera.
El 2 de enero de 1957 la policía de Río de Janeiro pide datos a la policía mexicana sobre el paradero de Juan Herrera. Satis­fecho el requisito, se descubre que es Tony Espino, requerido por nuestras autoridades.
Se solicita su extradición el de 2 de febrero de 1959. Y llega a Lecumberri por enésima vez el 24 de septiembre del mismo año. Tony Espino, por su negrísimo historial debería pasar una larga, muy larga temporada en el penal.
Leopoldo Necoechea Pichardo, sentenciado a 30 años de pri­sión por homicidio. Recrudeció una nueva pena con otro crimen en Lecumberri. Ha estado varias veces en las Islas Marías y está considerado como inminente peligro para la sociedad.
Jesús Campos Flores, cumplía una sentencia por homicidio. Debería permanecer en prisión treinta y ocho años.
Salvador Zavala Pérez, que victimó a una anciana para robar­la, cumple una condena de 30 años por homicidio.
Manuel González Sánchez, cumple también una pena de 30 años, por homicidio.
Y Enrique de los Santos Treisier, deberá permanecer en Lecumberri hasta que haya cumplido el total de su condena de 40 años.
Anoche, a las 23 horas, se presentó en Lecumberri el agente del Ministerio Público de la primera delegación, para levantar el acta.
Entre tanto, docenas de agentes del Servicio Secreto siguen la pista de los evadidos. Tienen la firme creencia de que Corvera Ríos y González Sánchez volverán a prisión —o a la fosa, si oponen resistencia— en un lapso muy corto.
(Los dos no vivieron en libertad mucho tiempo. Ambos, murieron durante tiroteo con la policía del Distrito Federal, en donde seguían sus tropelías).
Así concluimos esta crónica por la que el Consejo de Administración de aquél Excélsior, cuyo director general fue don Rodrigo de Llano me concedió un premio de periodismo, y quinientos pesos en efectivo.
Era un reportero conocido. El mejor premio hasta hoy.
craveloygalindo@gmail.com

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