Postigo
José García Sánchez
Son tiempos donde el descaro rebasa la impunidad, y habrá que tomar en cuenta que la impunidad que gozan los servidores públicos del actual sexenio no tiene precedente.
La desfachatez ya no es motivo de vergüenza tratándose de funcionarios públicos. Su camino ascendente hacia el poder económico es igual al de los narcotraficantes. Pierden la vergüenza ante la condición de riqueza que les caracteriza. No importa si ese dinero es de origen lícito o no.
Ante esta situación de cinismo, el poder económico por la vía de la corrupción, crea sus propios admiradores, y así como hay niños y jóvenes que quieren ser narcotraficantes de grandes, en una muestra de un grave deterioro de los valores humanos, hay también niños y jóvenes que quieren ser funcionarios públicos porque saben que la impunidad resguarda todos sus actos de corrupción.
Ahora no sólo identifica a los funcionarios públicos con los narcotraficantes su debilidad por las actrices de telenovelas sino su desvergüenza por el origen del dinero que conforma su riqueza.
Al perder la delicadeza que implica una mala fama y se pondera la riqueza, sin importar su origen. La delincuencia organizada y la corrupción en la administración pública se hermanan, se identifican, se reconocen.
Hasta el órgano oficial, encargado de cuidar que los funcionarios públicos no caigan en la tentación de la corrupción muestra su descaro en las entrañas de su estructura. Desde luego la impunidad natural es acompaña como un velo inseparable y blindado de la administración pública.
Sabemos que la presencia de un personaje como Virgilio Andrade en ningún momento garantizaría la honestidad de los servidores públicos, mucho menos el castigo a los burócratas, de todos los niveles que incurran en actos de corrupción, sin embargo, el descaro ahora dentro de la Secretaría de la Función Pública rompe con toda proporción.
Según la periodista Elinor Comlay, editado por Simon Gardner y Kieran Murray, los funcionarios de la dependencia se pagan lujos con cargo a los ciudadanos de México, cada vez que salen de viaje.
Dice el texto: “Una cena de champán, caviar y salmón ahumado en el restaurante de la parte superior de Harrods fue cómo Hilda García, funcionaria en la lucha contra la corrupción mexicana, gastó parte de sus 450 dólares por día de dieta de viaje en Londres, el año pasado”.
Alejandro Bonilla “disfrutó tanto de los calamares en su hotel en Kona que se comió tres rondas en 24 horas”. Bonilla estuvo en Hawai para las negociaciones del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
Comko estos hay muchos ejemplos dentro de la Secretaría de la Función Pública.
Virgilio Andrade llegó a la Secretaría de la Función Pública hace un año, el 3 de febrero de 2015. En ningún momento ha hecho su trabajo, ni siquiera medianamente creíble.
Aunque se piense que este tipo de actos es inexplicable, tiene su propia explicación: Virgilio Andrade es hijo de Virgilio Andrade Palacios, representante legal del líder petrolero Carlos Romero Deschamps y asesor de Ana Paula Gérard, esposa de Carlos Salinas de Gortari.
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