No estoy de acuerdo con lo que dices, pero… (los inconformes y su libertad de expresión)


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No estoy de acuerdo con lo que dices, pero… (los inconformes y su libertad de expresión)
Periodismo
Junio 07, 2020 15:13 hrs.
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Rodolfo Garza Gutiérrez › guerrerohabla.com

No es la primera marcha ni será la última. Pero el calor de la diatriba (’discurso o escrito que expresa violencia, calumnia, afrenta, ultraje y ofensas contra alguien o algo y que puede provocar alguna dependencia o algunas consecuencias de tipo lamentable’, RAE) va in crescendo. Algunos medios de comunicación se regocijaron con el torbellino de sensacionalismo. Una comunidad elitista sintiéndose actores y actrices de una novela en estreno. Y una ciudadanía víctima del desconcierto, cayendo en una batalla ideológica innecesaria, destrozándose en las redes sociales con ataques cibernéticos en las dos direcciones y manifestándose sin claridad en un escenario prostituido.

Independientemente de que el presidente Andrés Manuel López Obrador deba permanecer o renunciar al mandato del pueblo que lo eligió en las urnas, en respuesta a que los gobiernos anteriores se extralimitaron en sus funciones, abusando desde hace más de tres siglos del poder y estableciendo la corrupción como algo normal; debemos mantener la civilidad y cordura. ¡Tenemos que ser capaces de poder debatir y expresarnos sin tirarnos encima de quien piensa distinto! Finalmente, dentro de la cultura mexicana, las prácticas sociales deben cambiar para dar paso a la legalidad, so pena de quedar en el estancamiento por la corrupción que dañó y desgastó a la administración pública, los negocios y la convivencia en general.

Pareciera que vivimos en una época en la que se defiende a capa y espada la libertad de expresión, pero si alguien dice algo que no se comparte, estamos dispuestos a atacarlo dando golpes más bajos, utilizando armas virtuales y verbales, ¿dónde está la coherencia?

Deberíamos de aplicar lo que describe Voltaire: ’No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida el derecho que tienes de expresarlo’.

Más de tres siglos hemos convivido con la corrupción en México, mediante distintas modalidades, formas y grados. Pero las prácticas corruptas no suelen darse de forma ocasional y no organizada; por el contrario, obedecen a esquemas de acción interiorizados dentro de las organizaciones. Las prácticas tienen tan profundo arraigo que se ’institucionalizan’, con su consabida dificultad para transformarse. Las redes de corrupción se estructuran movilizando recursos, intereses financieros, familiares, de partidos y de grupos.

Sólo la prevención, la cultura ética y la práctica de valores en el servicio público permitirán transformar la corrupción institucionalizada que se vive; garantizar el ejercicio de las leyes podrá evitar la avaricia, la codicia y el anhelo de poder. Finalmente, dentro de la cultura mexicana, las prácticas sociales deben cambiar para dar paso a la legalidad, so pena de quedar en el estancamiento por la corrupción que ha dañado y corroído a la administración pública, los negocios y la convivencia en general.

La turbulencia que hemos vivimos de parte de los detractores del nuevo régimen puede ser beneficiosa si sabemos ver el lado positivo, porque hacen uso de la libertad de expresión, que durante años fue simulada. Necesitamos escuchar, informarnos (eso incluye la correcta elección de la fuente) y dialogar. Hay que tener en claro que ningún resultado exitoso ha surgido de gritos, insultos, amenazas, injurias y mentiras. Por lo tanto, dejemos de hacer escándalo y aprendamos a comportarnos y sólo después de eso podremos exigirle a las autoridades y políticos lo que consideramos sea nuestro derecho como ciudadanos.

En los 18 meses pasados, la nueva administración se ha propuesto lograr un cambio de régimen y arrancar de raíz los malos hábitos y costumbres que afectaban a los ciudadanos. Este tiempo es demasiado breve para la historia de una nación, sin embargo, se ha hecho un arduo trabajo, encajando el arado en tierra estéril para descubrir una nueva realidad, que algunos previeron y otros negaron.

Hoy, llegamos a un punto en el que muchos ciudadanos se preguntan temerosos: ¿por qué pasa lo que pasa?, ¿qué ocurrirá en las etapas venideras de un camino colmado de accidentes, sorpresas, insólitos descubrimientos?, ¿estamos transformando un orden envejecido, inaceptable, en un orden renovado donde imperen, por fin, la libertad, el progreso y la justicia?, ¿o estamos buscando una cuesta descendente que nos devuelva al pasado?, ¿es eso lo que desean los inconformes? Ahora resulta que reclaman su libertad de expresión cuando la tienen como nunca.

Con las marchas, los inconformes pretenden alborotar a la multitud y confundirla con sus descalificaciones en contra de quien difieren por su manera de gobernar, pero no proponen nada a cambio ni quieren discutir.

Ha llegado la hora de recuperar el paso de la verdadera democracia. Estamos a tiempo de consolidar el Estado de derecho, que no es solamente orden público, ni descansa sólo en una Guardia Nacional. Es pertinente, posible y urgente iniciar una genuina conciliación política que respete a quienes coinciden y a quienes difieren de las ideas que profesa la administración de la 4T. Es necesario entonces, curar heridas, abandonar la diatriba y darnos unos a otros el trato civil y civilizado que merecemos. De lo contrario nos desplazaremos hacia la anarquía y el caos

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