En las Nubes

No te olvides

No te olvides
Biografías
Mayo 10, 2014 08:22 hrs.
Biografías ›
Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Las hojas del árbol no caen en otoño porque quieren sino porque ha llegado su hora. La naturaleza es envejecer. No hay ningún modo de evadirlo. No hay ninguna forma de escapar de tener dolencias y salud. La naturaleza es morir. Y no existe manera de huir de la muerte. Todo lo que deseamos y todo lo que amamos tiene la naturaleza del cambio. No hay posibilidad de eludirlo. Las acciones son únicas pertenencias verdaderas. No podemos esquivar sus consecuencias. Son el suelo donde estamos. No sabemos si la vida es corta o demasiado larga para nosotros; Saber que nada de lo que vivimos tiene sentido, si no tocamos el corazón de las personas. No sabemos si es corta o demasiado larga. Lo único, que ella es intensa, verdadera, pura. Mientras dura. Una niña pequeña con la curiosidad de quien oye algo, pero no entiende su significado, preguntó a su madre: “Mamá, que es vejez”. En fracción de segundos, antes de responder, ella hace un viaje al pasado. Recuerda sus momentos de lucha, las dificultades, las decepciones. Sintió el peso de la edad y la responsabilidad en sus hombros. Tornó a mirar a su hijita, que sonriendo aguardaba la respuesta: "Mira hacia mi rostro, hija", "Esto es la vejez". La madre imaginó a la pequeña ver sus arrugas y la tristeza en sus ojos. Después de algunos instantes la niña responde: "Mamá, la vejez es bonita". Así como los picos cubiertos de nieve son hermosos, los cabellos blancos de la vejez también tienen su belleza. No solo belleza....mas sabiduría, también sensatez, experiencia, de la que ningún joven se puede vanagloriar”. Yo no tenía este rostro de hoy. Así, calmado, así triste, así pensativo, ni estos ojos vacios ni mis labios delgados. Yo no tenía estas manos sin fuerza, tan quietas, frías y muertas... Ni este corazón que ni siente. Y no entiendo este cambio tan simple, tan cierto, tan fácil. ¿En qué espejo quedó perdido mi otro yo? Diría a su hijita. “Los conocimientos vuelven el alma joven y disminuyen la amargura de la vejez. Atesore, pues, mucha sabiduría. Ella almacena suavidad y gusto para el mañana”. Dijo en su época Leonardo da Vinci. Quisiéramos compartir la bienaventuranza así: Bienaventurados los que sonríen, nos prestan atención y conversan con nosotros los viejos. Bienaventurados los que nunca nos dicen: “Tu ya me contaste eso varias veces. Bienaventurados los que ayudan, con cariño, a atravesar la calle. Bienaventurados los que hacen sentir que somos amados y no estamos abandonados, tratándonos con respeto. Bienaventurados los que comprenden cuanto nos cuesta encontrar fuerzas para aguantar la edad y nuestra cruz. Bienaventurados los que amenizan nuestros últimos años sobre la Tierra. Bienaventurados los que nos dedican afecto y cariño. Porque cuando entremos a la eternidad, nos acordaremos de ellos, desde En las Nubes, junto al Señor.
carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

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