Aves que se posan
donde pueden,
donde hace falta;
artesanas que
se entregan,
labrando
esculturas,
en la gruta del
deseo.
Pasos
quietos,
finas
huellas,
pruebas
del
manso
recorrido
de tus dedos.
Cálidas
e intempestivas,
aparecen en
las horas
de tormenta,
cada dedo,
un aguacero,
que empapa
hasta el
borde,
el terreno
de por si
húmedo,
de mi cuerpo.