Palabreos de Andrés Eloy Blanco


Poeta, dramaturgo, cuentista, periodista y un orador implacable

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Palabreos de Andrés Eloy Blanco
Cultura
Agosto 06, 2014 10:59 hrs.
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Ileana Ruiz › diarioalmomento.com

(Ilustración de Xulio Formoso: Angelitos negros).

El 06 de agosto de 1896, nació en Cumaná, Andrés Eloy Blanco, quien fuera poeta, dramaturgo, cuentista, periodista y un orador implacable.

Andres Eloy Blanco Palabreos de Andrés Eloy BlancoQuien ha amado las cosas más sencillas, no puede ir de paso por la vida. Puede que se quede esperando en alguna nube del horizonte, o armándole el discurso a quienes sirven al país; elabora estrofas que inspira a los Juan Bimba, a los nadie, a quienes tienen hambre o habitan aún en precarias condiciones, más jamás puede darse de baja: los poemas son siempre necesarios en las luchas sociales.

Si Andrés Eloy Blanco está en el horizonte, una llamarada se interpone entre sus ansias dispersas e innombrables y las razones que las convocan. Siempre apeló al recurso de un verso, caricia tácita para quien de amor palpita, puso sus labios al servicio de las voces entonces desoídas del pueblo y dijo su palabra con la pasión propia de quien no se pierde el placer de escribir. Por la fuerza de su espíritu libertario, Andrés Eloy se opuso a la dictadura de Juan Vicente Gómez teniendo una militancia activa. Por ello fue apresado y condenado a pasar varios años en dura prisión. Allí conoció a muchos campesinos, pescadores y obreros analfabetas a quienes dedicó su tiempo para enseñarles a leer mientras ellos le enseñaban los secretos de la vida del campo y los pueblos.

Su obra es el legado de quien se negó a sucumbir a la barbarie de carestía y torturas y supo convertir el grillete que lo aprisionaba en alas literarias para que fueran siempre ese nido de terciopelo que cobijara la ternura hacia nuestra tierra.


Píntame angelitos negro

Un banquito de madera sirve de pedestal a la pequeña niña que ensaya el poema:
¡Ah, mundo! La Negra Juana ¡La mano que le pasó! Se le murió su negrito ¡Sí, señor!

Lo recita de memoria una y otra vez; lo repite practicando hasta las lágrimas que brotarán mañana cuando la maestra la señale. ¿Por qué tanto llanto si obtendrá una vez más la calificación perfecta? ¿Por qué lloras tanto, Llorona? Es sólo un poema. Llanto, no quiero hablar en clases; llanto, la timidez enrojece mis mejillas; llanto, me da mucha pena; llanto, digo la lección con el alma de rodillas; llanto, tengo un nudo en la garganta; llanto, por qué me obligan; llanto, la escuela es un castigo; llanto, para qué hablar si puedo escribirlo mejor.
Se me murió mi negrito Dios lo tendría dispuesto. Ya lo tendrá colocado como angelito del cielo.

¿Por qué se mueren los negritos? Por el paludismo- replica el Comandante Nicanor – y la desnutrición. A la gente del campo y de los barrios los ataca la desigualdad y la injusticia que son las peores enfermedades. Pero eso no te lo van a preguntar en la escuela, desgraciadamente. Sólo tienes que recitar los versos del poeta que nos robó Acción Democrática. Sigue: “Desengáñese comadre, que no hay angelitos negros”. ¿Por qué no hay angelitos negros? ¿Papá Dios es racista? La carcajada del padre Francisco Wytack se enredó en los sarmientos. ¡No digas eso, mira que tú estudias en un colegio de monjas! Y tú eres cura, por eso te estoy preguntando. Pregúntaselo a Andrés Eloy. ¿Quién es Andrés Eloy? El que escribió eso de Píntame angelitos negros. Vamos, Llorona, sécate los ojos y sigue el poema
Pintor nacido en mi tierra con el pincel extranjero

¿Por qué en Venezuela no se hacen pinceles? Otra vez la risa interrumpió la labor de los muchachos. Eso lo que quiere decir es que a los pintores de ángeles se les olvida el color de Venezuela: dibujan puros angelitos catires y discriminan a los negritos. ¿Por eso tú te viniste a Venezuela, para enseñar a los pintores a pintar negritos? Termina de una buena vez de recitarlo que después se te va a olvidar.
Si sabes pintar tu tierra así has de pintar tu cielo, con su sol que tuesta blancos, con su sol que suda negros

¿Sabes? Yo quisiera ser negra, es más práctico. ¿Cómo es eso de que es más práctico? Porque cuando digo mentiras me pongo roja y la policía me va a descubrir que yo los estaba ayudando a ustedes a meter tuerquitas en las botellas y echarles la gasolina del auto de mi papá. Tú lo que tienes que hacer cuando la policía te interrogue es recitarle a Andrés Eloy.
Pintor que pintas tu tierra, si quieres pintar tu cielo, cuando pintes angelitos acuérdate de tu pueblo y al lado del ángel rubio y junto al ángel trigueño, aunque la Virgen sea blanca, píntame angelitos negros.

¡Dejen de darle clases de comunismo a esa niña! No le estamos enseñando comunismo sino literatura y arte con contenido social. ¡Qué va a saber ella de literatura si lo que tiene son cuatro años! ¡Vamos, Llorona! Mejor anda a ayudar a tu abuela y no le cuentes a nadie dónde guardamos las botellas.

La hilandera
Aquella tarde de abril el amor hizo un nuevo nudo cuando ella recibió al hombre en la puerta de su casa.
(…) Estoy cansado, Dejé la piel en las zarzas, tengo sangradas las manos, tengo sangradas las plantas, en cada piedra caliente dejé un retazo del alma. Ella le dijo “Pasa”.

Pero él estaba tan ensimismado que no la escuchó. ¿Qué se hace cuando es nada lo que al fin se puede hacer; cuando todo desencaja y dan ganas de volver? Canción exhausta de quien arrastra un gran dolor. Él sabe que si se lo propone puede llegar a ser mejor. Pero le da mucho miedo. Miedo del real y tangible que puede causar los grandes incomprensibles misterios. Y es que hay una gran diferencia entre el miedo y la cobardía. El miedo es una emoción básica, la cobardía se aprende.
Ponme la venda en la cara, cúbreme tanto los ojos que ya no pueda ver nada que no se vea en la noche ni un rayo de vida mala.

Ella siguió diciéndole que no hay mayor felicidad que la que nace de la conciencia de la vulnerabilidad que proporciona el amor: saber que se está desguarnecido y que seguramente le herirán porque quien lo lea no necesariamente lo entienda y quien lo descifre quizá no comparta su criterio y quien sí lo haga probablemente estará ocupado con otras letras que le resulten más atrayentes.
Y un día vio la Hilandera que el hombre ciego lloraba; ya estaba la espesa venda atravesada de lágrimas.

La palabra profunda no se anda con risotadas ni alborotos: rodeos de la banalidad. No utiliza el chiste procaz ni se burla de la gente: atajos de la indignidad. No grita ni forma alborotos: excusas para la irreflexión. Al contrario, desconfía del ruido blanco y sordo de las palabras que ocultan tras la hilaridad la vacuidad del alma.

Ser jovial es un estilo de ser más que un modo de estar. El texto feliz no se deletrea sino que se lee de corrido: no importa el detalle, trasciende la idea. ¡Hay tantas cosas por las qué bienaventurarse en blanco y negro o en círculo cromático que para qué desperdiciar sentimientos en retroverso!
Y ella le quitó la venda y la Hilandera lloraba y se estuvieron mirando por el cristal de las lágrimas y el amor, entre sus ojos, hilaba…

No hay punto final cuando la dicha es buena. En todo caso, un aparte hacia la locura: palabra en honor comprometida.

La Loca Luz Caraballo
Cada vez que la poesía se vuelve alborada o una prosa resucita entre los escombros del dolor, valdría admitir que la soledad es buena para plasmar por escrito lo que se aprendió en colectivo, lo que le va dictando la gente, lo que nos demuestran en pueblos y barrios sobre los gestos culturales arraigados.
Nadie sabe a ciencia cierta por qué Luz Caraballo enloqueció. Aunque suele pasar que tildamos así a quien no tiene la misma locura nuestra. Por algo dice el refrán que de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco.

De Chachopo a Apartaderos
caminas Luz Caraballo

Hay insanias dolorosas como la plasmada en el poema de Andrés Eloy Blanco.

Y entre golpes y traspiés
persiguiendo tus ovejos
se te van poniendo viejos
los deditos de tus pies.

Existe tal pulsión de vida sentipensada en las cosas que ocurren cuando quien escribe se queda solo que pareciera que su razón de ser es su muerte: debe abandonar su esencia para ir a contarse a alguien. Nace la angustia de escribir los pensamientos propios sobre ideas o sentimientos ajenos; cantarse sus mentiras; descubrir sonoridades; dibujarse una memoria de colores.

Y cuando pide tu ahínco
frailejón para olvidarte
la angustia se te reparte:
uno, dos tres cuatro, cinco.

Para no enloquecer de frustración se recomienda jugar a que un volantín nos lleva de la mano; tiritar frente a una fogata mientras se jura no volver a pernoctar en descampado sin aprovisionarse de un abrigo de piel humana que sepa abrazar; galopar a lomos de una potranca por las sabanas o volar en parapente.

Tu hija está en un serrallo,
dos hijos se te murieron,
los otros dos se te fueron
detrás de un hombre a caballo
“La Loca Luz Caraballo”
dice el decreto del juez
porque te encontró una vez
sin hijos y sin carneros
contandito los luceros:
seis, siete, ocho, nueve y diez.

Seis, siete, ocho, nueve, diez… hay que contar luceros o, mejor, tener una sonrisa pre-pago por la grata travesura que se planifica hacer; acicalarse para seducir a la persona amada; despedirse sin premura pero con firmeza de quienes nos han acompañado un trecho del camino; reconocer los errores y ausencias sabiendo que jamás podrán corregirse porque el mal ya está hecho pero que quienes sufren por sus consecuencias agradecen la humildad de la disculpa; comer mangos maduros a la orilla de un río; observar el vuelo de un albatros cruzando una bahía caribeña y admirar su paciencia y precisión al pescar; recostarse a hacer nada en una hamaca wayuu y, por supuesto, escribir un homenaje a algún poeta cuyos versos nos aprendimos antes de saberlos leer.

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