Presente lo tengo yo

Perdón, vida de mi vida

Perdón, vida de mi vida
Periodismo
Julio 06, 2021 20:03 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com


Cada día los periódicos traen algo interesante.

Hace tiempo ’El Norte’ un insólito anuncio. No viene en la página de avisos de ocasión, sitio en que aparecen usualmente los mensajes personales: aparece en lugar bien visible de la primera sección, la de asuntos nacionales e internacionales, como si quien lo hizo publicar hubiese buscado que se enteraran de él, a más de los destinatarios, los lectores del nivel social al que pertenece el firmante de la publicación.

Leamos el anuncio:



S:

Perdóname.

Voy a reconquistarte a ti

y a nuestros hijos.

E.



No pertenezco a la sociedad de Monterrey -de hecho no pertenezco a ninguna sociedad-, pero entiendo que el señor E. es destacado miembro de la mejor sociedad regiomontana.

Tras ese anuncio debe haber una historia familiar dramática. ¿Qué hizo E. que lo llevó a perder lo que ahora anhela volver a conquistar? ¿Qué dolorosos sentimientos lo llevaron a hacer esa especie de penitencia pública con expresión de propósito de enmienda? No lo sé, y ni aun quiero imaginarlo por respeto al drama humano que aparece implícito en el texto que arriba reproduje. Si algún santuario hay inviolable es el de los sentimientos de la gente. En ellos nadie debe entrar, ni siquiera para hacer suposiciones. Algo quiero manifestar, empero, y es mi profunda admiración por un hombre que tiene el valor de confesar su falta, de pedir perdón por ella y de manifestar públicamente su intención de luchar para volver a merecer lo que antes tuvo y que perdió por una falta de la que reconoce y de la cual se arrepiente con sinceridad.

No hay nada cursi, risible o sensiblero en esta publicación. Por el contrario, encuentro en ella una gran dignidad, una actitud que dará ciertamente lugar al chismorreo y a las murmuraciones, pero que prueba la calidad humana del firmante. Todos cometemos errores; muy pocos estamos dispuestos a pedir perdón por ellos, y menos a reconocerlos en público de la gente, como dice la canción.

Hay que decir también que la publicación es muestra de buen sentido, y aun -dirán algunos- de buen tino. En efecto, el anuncio ganará la simpatía de la gente para su autor, y coloca desde ahora a la ofendida en posición de tener que perdonar, sobre todo habida cuenta de que en la petición de perdón aparecen los hijos, cuyo interés y bienestar se deben considerar independientemente de la ofensa cometida.

¿En qué parará el caso? No lo sé, pero estaré pendiente de él, no por malsana curiosidad, sino porque no me gusta salirme del cine a la mitad de la película. En todas las historias me quedo hasta que sale el ’The End’.

Precisamente por eso no quiero retirarme ahora sin hacer una reflexión final. Puesto en trance de pedir perdón yo tendría que contratar toda la edición dominical de ’The New York Times’.

The End.

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