Postigo
José García Sánchez
La policía, en cualquiera de sus corporaciones y expresiones confirma su rol de parásito en la sociedad mexicana.
Ya la burocracia, desde hace casi 200 años fue calificada de parasitaria, junto con otros segmentos de la población como los sacerdotes y banqueros.
Pero esta vez la denominación de parásito puede quebrar los hoteles de las ciudades a donde asiste la Policía federal a auxiliar a las fuerzas armadas en diferentes estados de la República.
Ya Oaxaca sufrió este proceso de deterioro de los hoteles cuando arribaron miles de uniformados, que exigían una tención de cantante de rock en cada una de las habitaciones, sin pagar un centavo.
Ahora es Guerrero, donde la Policía Federal adeuda 20 meses de hospedaje. Solamente en Acapulco, la corporación debe 32 millones de pesos a cuatro hoteles que hospedan y alimentan a sus elementos.
Uno de ellos, incluso, ya no les da hospedaje por falta de pago y otro tuvo que cerrar sus puertas por insolvencia derivada, en parte, por el adeudo de la PF.
Desde hace un año y 8 meses, la corporación policiaca federal dejó de pagar los servicios a los hoteles, algunos con categoría de cuatro estrellas, playas privadas y amenidades.
’Hasta el momento se hizo un corte para los primeros cuatro hoteles. Quedaron en una cifra de 32 millones de pesos, que ofrecieron pagar de manera inmediata a partir de la próxima semana’, indicó el presidente de la Asociación de hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco, Jorge Laurel.
No obstante, aún quedó pendiente el pago para hoteles de Zihuatanejo, Chilpancingo, Taxco e Iguala.
Uno de los hoteles usados en el puerto como bunker para la PF es el Alba Suites, ubicado en la zona Tradicional o Náutica, que cuenta con su propia playa, 5 albercas, jacuzzi y un tobogán, el más grande de Acapulco.
Si esto sucede en Veracruz donde el gobernador retiene el 2 por ciento de hospedaje y este porcentaje ha ocasionado varias quiebras, la empresa turística veracruzana estaría en peligro de desaparecer.
Javier Duarte, un gobernador policía, sin duda, quien sanciona con sus propias leyes la ilegalidad que le representa la disidencia política y la inconformidad social, se convierte en el enemigo de una estructura que aseguró fortalecer cuando era candidato del PRI a la candidatura. Lo mismo sucede con los actuales gobernadores de Oaxaca y Guerrero, quienes no han movido un solo dedo para presionar a la Policía Federal que llamaron con urgencia a solucionar los problemas que ellos se declararon incapaces de resolver.
La Policía es llamada a realizar labores de espionaje en los estados adonde son convocados por el gobernador, única fuerza política que puede llamarlos. La Policía Federal no tiene entre sus tareas reales la protección de la población sino los intereses de los poderosos, precisamente de los parásitos, es decir de los altos funcionarios públicos, de los empresarios, de los banqueros y de los sacerdotes incondicionales al régimen político que ahora oprime a través de los uniformados.
La población en lugar de sentirse protegida por la cercanía de un uniformado teme, porque son capaces de sembrar droga, en las ropas o en el automóvil, de golpear al ciudadano sin motivo, con el pretexto que es un delincuente, de detener el automóvil haciendo creer que es igual a uno reportado robado, etc.
La policía ya no cuida a la población, defiende intereses de las minorías, y sobre esta condición lamentable quiebra la estructura turística que es la esperanza de la recuperación económica luego de que al petróleo también lo llevó a la quiebra la clase parasitaria que se declara con mayor claridad cada día, como el enemigo número uno de México.
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