Hablemos de derrotas o de contraofensivas

*Poca atención se le está dando a la declaración de Trump

*Poca atención se le está dando a la declaración de Trump
Periodismo
Noviembre 27, 2019 19:26 hrs.
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Sergio Enrique Castro Peña › guerrerohabla.com

De acuerdo a los clásicos, tanto en teoría política como en las artes de la guerra, las derrotas totales no existen. Y no existen en el sentido físico, sino en el campo psicológico, cuando un contendiente deja de luchar, cuando no ve ninguna razón para seguir peleando por su causa, cuando decide que la claudicación es mejor que el costo de la oposición, cuando la asimilación es preferible a conservar la propia identidad, entonces decimos que está derrotado. El problema de las derrotas absolutas son su carácter y el tiempo. No se puede hablar de que un contendiente está derrotado hasta que deje de manifestarse en contra del triunfador, hasta que su participación en la arena deje de tener un carácter independiente y no sea una simple parte del aparato general. Pero, cuando el accionar de una parte derrotada no acepta, mayormente de forma pública, tenemos que catalogar dicha actuación, por más leve posible, como una señal de retorno, de contraofensiva. Sin embargo, el carácter de las contraofensivas, tienen muchas formas de manifestarse, que van desde un rango que incluye el accionar pacíficamente hasta manifestaciones totalmente violentas.
La historia humana, primordialmente de las Civilizaciones, nos han mostrado que son más historias de asimilaciones que de imposiciones totales, a pesar de que están plagadas de actos violentos en donde la parte dominante quiere imponer, aun por la fuerza, su visión del mundo y su forma de vida, que, de acuerdo a su razonamiento fueron los factores determinantes de su triunfo sobre el paradigma malogrado, al final, después de un largo tiempo, las dos culturas se unen y conforman una nueva civilización, que contiene esas dos culturas, si bien una de ellas prevalece, no impide la existencia de la otra. Pero, en nuestro caso, solo queremos mencionar lo anterior, sin llegar a un análisis más profundo, de la importancia de nuestra cultura y de cómo fue construida de tal forma que en la actualidad, en apariencia es una unidad, pero por su fragilidad la identifico más a las placas tectónicas, con un aspecto de unidad en su exterior, sin llegar a ser un bloque inseparable.
Está dualidad cultural, si bien es cierto es difícil de identificar no lo es tanto en conocer sus efectos y de donde vienen, máximo si estamos hablando de política y su sistema de operación electoral y de comportamiento entre los participantes. En la lucha electoral, cualesquiera que esta sea, los contendientes tratan que los futuros electores los identifiquen con hechos heroicos o con los héroes mismos. De igual forma, tanto los ganadores como los menos favorecidos, ya sea antes o después de las contiendas trataran de reconfigurar sus alianzas a fin de estar en condiciones de afrontar las nuevas estrategias, ya sean éstas para afianzar y aprovechar mejor lo ganado o en sus estrategias de reacomodidad de sus fuerzas y de evaluación de las posibilidades de iniciar una contraofensiva. El mayor problema que pueden encontrar los que perdieron en una contienda, es que las causas torales que contribuyeron a esa derrota, son ahora tan evidentes como difíciles de percibir en el pasado.
La construcción de alianzas en nuestro sistema político, está más regido, por tabús que de objetividad. En primer lugar, aceptar que el objetivo de primordial de la política en la obtención del poder y, con ello, la riqueza. La utilización de la riqueza, posteriormente es determinada y puede tener una gama amplia de la misma. Para la satisfacción de necesidades personales o para la obtención de más poder y en el futuro eso se transforme en más recursos disponibles. Pensar que podemos diferenciar nuestro afán de lograr mayor poder, independientemente del logro económico, es simplemente engañarnos a nosotros mismos, porque al final son los dos grandes motivos de nuestra conducta más furtiva y protegida. Todo político siempre señalará que su objetivo primordial es el de lograr el mayor bienestar ’para todos’, para apoyar a los más necesitados, para distribuir mejor la riqueza, mientras logran una mayor cantidad de riqueza o de poder o de las dos. En la política no existen los ’samaritanos’.
La actitud ’mustia’ de los participantes en nuestra política hace que las alianzas sean en cierto modo inmutables, lo cual propicia que los socios más fuertes, en principio no le den, mucha importancia a los derrotados con mayor impacto y, de igual forma tratar a los más pequeños que él los ha tomado como socios minoritarios. La arrogancia del triunfador, cuando ésta es significativa, sólo otorga a sus socios minoritarios el beneficio de participar en el triunfo, pero nunca del goce de los beneficios que esta lleva consigo. ’Estás con el vencedor’, sin tener derecho al goce que este triunfo lleva consigo. Por lo contrario, el vencedor exige a esos aliados que renuncien a su identidad, a sus objetivos, a su misión, a dejar de ser ellos para ser únicamente parte de él. Esa nueva situación, que en apariencia es catastrófica para los derrotados, es su mayor beneficio: pueden conservar su ser y su valor como contendientes, le otorgan un espacio para pensar y programar una contraofensiva.
Uno de los aspectos que contribuyen a definir el nivel de democracia que prevalece en un sistema político, lo determina la mecánica para la obtención de alianzas y la libertad que se tiene para definir y aislar los diferentes tópicos en los cuales se puede dar esas alianzas, tanto de los partidos como el de sus integrantes en particular. Cuando dos o más partidos concuerdan en todos los aspectos y estrategias, a pesar de que en sus lineamientos internos no los definen así, son poco creíbles las alianzas totales que realizan con otros partidos, no se está hablando de dos partidos que tienen coincidencias en algunas políticas, sino en trucos para contar con los beneficios que el sistema electoral les otorga. Por lo contrario, en nuestro sistema, se les exigen a los partidos que sus alianzas deben ser indisolubles, sin fecha de caducidad, totalitarias y, esa característica se amplía a sus miembros, de tal forma, que una manifestación que suene contraria a la del grupo se considerará como una traición a las reglas de pertenencia de dicho grupo. Esa pérdida de libertad, tanto de los grupos como el de los individuos en creer y manifestar ideas o proyectos a los miembros que están acostumbrados a prácticas no democráticas o cuasi-democráticas, le parecerá que no son solidarios a esos grupos y, por lo tanto, merecen ser repudiados. Tal sistema, es poco probable que pueda producir o mantener un sistema democrático, pero sí, es más propenso a crear sociedades obedientes y gobernantes demagogos o gobiernos totalitarios.
Por tal motivo, no es de extrañar que otros sectores de la sociedad, como son los medios masivos de comunicación o los llamados Organismos No Gubernamentales (ONG´s), vivan en una especie de zozobra sobre su futuro o del tipo de existencia que tendrán si sobreviven. De igual manera, se puede decir de los partidos no ’alineados’, los cuales por su calidad opositora desaparecieron del ámbito comunicativo y padecen de un boicot disfrazado, bajo el argumento de que ’no producen notas’ que vendan periodísticamente hablando.
Que los principales partidos de oposición sufrieron, no sólo una derrota descomunal, sino una catástrofe electoral no está a discusión. Catástrofe, porque no pudieron, por una parte, conservar el porcentaje de su electorado tradicional, también perdieron al identificado como ’voto duro’. De los dos partidos más afectados por esta debacle se tiene, en orden de antigüedad, al PAN y al PRI. De los dos, el más dañado es sin duda el PRI, lo cual tiene su razón de ser. A pesar de que Morena, fue el ’partido’ arrasador, al estar constituido por diferentes corrientes, el origen primigenio de sus miembros copular y, de la masa electoral común, provienen del PRI, incluyendo los identificados como del PRD. De ahí, que nosotros identifiquemos a Morena como el ’PRI recargado’, pero, no somos los únicos que han identificado tal similitud y constantemente señalan la forma de gobernar del presidente López y, el comportamiento de los miembros de ese movimiento, con el comportamiento del PRI en los años finales del decenio de los sesenta y los noventa.
De los dos partidos perdedores el PRI fue el más afectado, dado que no solo contribuyo con su desmembramiento de figuras sino de una parte sustancial de su ’electorado corporativo’. Este fenómeno es de vital importancia, porque sus dirigentes, si bien es cierto, manifiestan una tendencia a la disciplina, también esperan que esa disciplina sea recompensada. La actual administración presidencial, piensa que con los cambios de dirigencia y, la amenaza de usar a la ’Gestapo’ Hacendaria podrá controlarlos. Es difícil pensar que eso no sea posible los primeros dos años de gobierno. Sin embargo, a medida que los problemas crezcan, la eficacia de los métodos de cohesión se vuelvan lazos y su diversidad también, la capacidad de llevar una presidencia centralista y de férreo control, lo hacen poco probable: ’el que mucho abarca poco aprieta’, dice la sabiduría popular.
El PRI y su próxima desaparición, es el tema, si es que forma parte de algún tema político, de los comentólogos metropolitanos. Podrán decir que su caída todavía no ha llegado a su ’sima’ por lo que tiene un pequeño margen para reaccionar y evitar la caída total. Estos grupos de comentaristas insisten en que PRI debe actualizar su discurso adecuándolo a las nuevas circunstancias. Sin embargo, la disminución del electorado de voto duro que sufrió el PRI, no proviene de su incapacidad de readecuar su narrativa a los cambios que se estan dando en el mundo, sino al abandono de sus bases por parte de sus cópulas que erróneamente pensaron que un sistema económico, en este caso el de libre mercado interno y externo supeditando su crecimiento y desarrollo al comportamiento del consumo y la inversión externa dejando que el empresariado interno abandonaran sus actividades de mayor impacto en las cadenas productivas y se concretaran en las áreas financieras y de consumo final. Así como el abandono de los políticos y empresarios tradicionales de los deseos y aspiraciones de la población interna tuvo y tiene grandes consecuencias, las cuales todavía no se han manifestado en su totalidad.
La actitud del PRI y sus dirigentes muestran un desvarío de tal magnitud que es difícil conocer si están o no en condiciones de aprovechar el impase que le está proporcionando esa actitud de soberbia al ser desdeñados por todos los demás actores políticos. Este desdeño le está otorgando al PRI una tregua virtual, que por su invisibilidad todo parece ser que está pasando ignorada por los participantes directos. El PRI al no percatarse de que este tiempo debe utilizarlo para reorganizarse y volver a rescatar, poco a poco, los beneficios escasos que se ponen a disposición por los errores o falta de atención del grupo gobernante, no como una estrategia de un gran retorno sino como el de un grupo que piensa en el valor de la atención de cada uno de los ciudadanos. La visión del PRI, para que pueda tener alguna posibilidad de retomar una posición relevante e independiente en la política nacional, debe estar fundamentada en una planeación y estrategias a realizarse a lo largo de un plazo medio, comenzando con acciones inteligentes, no molestar al gigante, que los definan como una posibilidad todavía no explotada.
A pesar de lo mencionado, existen factores que hacen escaza la confianza sobre la posibilidad de que en el PRI exista una estrategia que contemple una reorganización y agrupación con la finalidad de superar esa derrota y con ella elaborar una contraofensiva. Si bien esta, no se manifestaría en el corto, ni aun en el mediano plazo y, por otra parte, solo se contempla un desmembramiento que únicamente ha servido para apoyar a otros partidos, ya sean de nuevo cuño o de creación reciente. Mientras que en el PRI no se perciban las condiciones para el surgimiento, en primera instancia, de líderes a nivel local que propicien el surgimiento de una dirigencia, no con nuevas ideas ideológicas, sino con una actualización e interpretación de sus bases que le dieron fundamento a su creación. Los problemas subsisten, la falta de distribución del producto creado en el país sigue presente, la falta de oportunidades y la poca capacidad de nuestra sociedad para la movilidad sigue siendo el principal obstáculo para las nuevas generaciones que tienen una capacidad técnica y tecnológica como nunca en la vida del país se había tenido. La frustración de encontrar el camino que hagan valer sus expectativas los pueden llevar a dos caminos: la radicalización política o aprovechar las ventajas que le dan su formación y las oportunidades de la globalización. Una mejor distribución de la riqueza es una promesa que no ha encontrado una implementación adecuada. En ello puede el PRI buscar actualizar su discurso y sus estrategias para explorar la posibilidad de formar una contraofensiva atrayente para todos los niveles poblacionales, pero de manera señalada a los jóvenes que buscan vivir y tener las oportunidades de las sociedades más formadas económica y tecnológicamente hablando. Los retos y su formación no podrán formarse en un período corto, pero si en el mediano plazo para que pueda madurar y se pueda implementar con los aciertos y los errores naturales.
El PRI, ha mantenido una participación discreta y, se puede decir con un aire de complicidad, la iniciativa ha sido abandonada, quizás por su pasado no muy remoto y su herencia, aunque defendible en lo referente al campo técnico del crecimiento económico, es vulnerable en la rama de la corrupción y la distribución de la riqueza. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo esas debilidades se transformaran en su mayor capital político. Pero para eso se deberá tener paciencia e inteligencia. En lo concierne al PAN, permítanos amable lector, tratarlo en una entrega separada.

Añadido: Poca atención se le está dando a la declaración de Trump, a pregunta en una entrevista en la cadena Fox, sobre nuestro presidente, a lo que contesto que tenía tendencias socialistas. Esto no tendría ninguna importancia, salvo que el presidente norteamericano es Republicano y de Derecha Extrema y, por lo tanto un rabioso anticomunista o antisocialista. La declaración la deberíamos tomar como una primera y muy seria advertencia.

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