Opinión

Post mortem

Post mortem
Periodismo
Abril 11, 2018 21:04 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com


El título que encabeza este texto es el del más reciente libro de la poeta Elba Ortiz Zapata. El más reciente, digo, no el último como ella dice. Es tan grande el raudal de poesía que brota de su sensibilidad de artista y de mujer que no es posible pensar que ésta sea la muestra final de su talento y su arte.

Esta gran artista nació en Monterrey. Cuando era todavía muy pequeña su familia la trajo a vivir aquí, en Saltillo, de modo que nuestra ciudad puede preciarse de ser la de su origen.

Desde niña sintió una rara fascinación por las palabras, las que se dicen y las que se escriben. Ávida lectora, mostró desde temprano su vocación literaria. Eso la llevó primero a ser eminente declamadora –su maestro fue nada menos que Manuel Bernal- y después extraordinaria actriz. Jamás olvidaré la creación que hizo del personaje de doña Inés en el Tenorio de Zorrilla. Su fina belleza y su expresividad dieron vida en forma memorable a la novicia que con su amor salvó al sevillano de la condenación eterna. Nunca se ha vuelto a ver en Saltillo una puesta en escena del Tenorio tan espléndida como aquella que Elba encabezó con un grupo de excelentes actores.

Elba hizo estudios de arte escénico en la Academia ’Andrés Soler’, de la Ciudad de México, y fue una de las discípulas predilectas de Nancy Cárdenas. Se le recuerda por su versatilidad; lo mismo lucía en el drama que en la comedia ligera. Participó en más de 15 obras, las cuales solía alternar con recitales de poesía.

Brilló no sólo en el teatro y la declamación. Fue también magnífica pianista. Uno de sus más bellos poemas, que conservo con cariño, tiene nombre musical: Moderato cantábile.

Luego se inclinó por la creación poética. ’Carta de despedida’ y ’Mimetismo’ son algunos de los poemarios que ha dado a la imprenta, todos de elevada inspiración.

En el bello prólogo que escribió para ’Post Mortem’ el maestro Joel López-Arriaga dice que Elba nos conduce ’entre la palabra llorada y la palabra cantada’. Pregunta el escritor: ’Cuando parten los poetas ¿sabrán decir adiós sin que se note su ausencia?’.

Las imágenes que Elba Ortiz Zapata pone en sus poemas son metáforas inéditas. A una noche tibia la llama ’noche de piel de oveja’. Dice: ’… Y la noche no pudo descansar esa noche con sus ojos abiertos…’. Define: ’El rocío en las mañanas de invierno es el llanto de los pájaros…’.

Celebro la aparición de este nuevo libro de poemas que Elba nos regala bajo el signo editorial de Acróstico. Bello regalo es éste, pues en él se entrega ella, y entrega también su vida.

Que no sean éstos sus versos finales, le pedimos quienes la queremos. Rolando Elizondo le escribe: ’¿Por qué tanta prisa, querida amiga? A la eternidad todos llegaremos en el mismo instante, lado a lado, de la mano y sorprendidos por igual’.

Doy gracias a Elba Ortiz Zapata por la belleza de sus versos, por la verdad que hay en su poesía. Le doy gracias por haber enriquecido nuestras vidas con la suya. Le agradezco, sobre todo, el precioso don de su amistad. Y espero un nuevo libro suyo; un nuevo latido de su corazón de poeta, de su corazón de mujer.

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