Presente lo tengo yo

¿Qué es sexo?

¿Qué es sexo?
Periodismo
Noviembre 29, 2020 21:30 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Los escándalos sexuales son sabrosos, a condición de que no esté uno involucrado en ellos. La edad, que hace virtuoso al pecador, me va ya liberando de ese riesgo, y puedo por tanto hablar de los toros –y de las vacas– desde la barrera.

Hace tiempo España se vio sacudida por un escándalo sexual. Había un señor de nombre Pedro J. Ramírez, periodista él, que jugó durante muchos años el papel de vigilante de la pública moral. En su periódico ’El Mundo’’ Pedro Jota –así le decían– censuraba con áspera acrimonia todo lo que se apartaba de los cánones que él mismo fijaba: la longitud de las minifaldas; la duración de los besos en el cine; el contenido de los programas de radio y de televisión.

Sucedió que un buen día alguien dio a la publicidad una cinta de video en la cual aparecía el tal Pedro Jota entregado a deliquios de libídine con una negra guineana llamada –no estoy inventando– Exuperina. En esa filmación se miraba a Pedro Jota llevando a la realidad extravagantes fantasías que dejan a las películas porno más audaces en calidad de caricaturas de Walt Disney. Por ejemplo, en una escena salía vestido de mujer frente a una tremeda Exuperina que, vestida con uniforme de general nazi, lo humillaba y maltrataba en muy variadas formas.

Al principio Pedro Jota negó ser el personaje masculino de la cinta. Tampoco, aseguró, era el personaje femenino. Pero no había lugar a dudas: la película –contrariamente a la gran mayoría de las pornográficas– tenía buena iluminación y excelente sonido, y suya era la cara; suyos los demás atributos corporales; suya la voz. Hubo de resignarse así a confesar su presencia en el reparto.

Ya se imaginarán ustedes el follón (así dicen los españoles para aludir a algún escándalo). Don Pedro Jota no sabía dónde meterse. Alegó tímidamente que la película era de arte, como decían los distribuidores de filmes que presentaban como joyas cinematográficas terribles sicalipsis que habrían rechazado por inmorales los moteles de paso más de paso.

Nadie le creyó a don Pedro aquel artístico alegato, y quedó a la altura del betún. Mejor le habría ido si al pecado añade el cinismo y una cierta actitud desfachatada. En Inglaterra, por esos mismos días, un lord del Almirantazgo, miembro del Parlamento y cercano pariente de la familia real, apareció como personaje principal en el libro de confesiones de una dama de colchón que reveló los secretos de alcoba del encumbrado personaje. Según esto el alto lord gustaba de follar vistiendo la camiseta de su equipo favorito de futbol, el Chelsea. En todos los periódicos se publicó la noticia con ese peregrino dato deportivo. El mismo día había juego de futbol, y el lord se presentó en su palco luciendo con orgullo la camiseta erótica. Al ver aquello el estadio entero lo saludó con una ovación entusiasmada que el lord agradeció sonriente y haciendo gentiles reverencias. Eso se llama tener mundo.

La verdad, a nadie le debe interesar lo que hace cada prójimo –o prójima– con sus partes de entrepierna y regiones adyacentes, a condición de que no le cause daño a nadie. Tal era la sabia filosofía de lady Churchill, abuela de sir Winston. A pesar de ser dama victoriana y de vivir a fines del pasado siglo esa señora tenía criterio liberal. Cuando a raíz del escándalo de Wilde alguien le preguntó su opinión acerca de las personas homosexuales ella respondió:

-Son libres de hacer lo que quieran. Solamente hay que pedirles que por favor no lo hagan en la calle, porque pueden asustar a los caballos.

Eso también se llama tener mundo.

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