Reporteros en peligro

El inicio del actual sexenio se inscribe dentro de un proyecto de exterminio de periodistas. Su represión, desde el ángulo que quiera verse, los divide en dos bandos.
El simplismo para ver la política de los imberbes se basa en lo bueno y lo malo. Es decir, si no estás conmigo estás contra mí y, por lo tanto, eres mi enemigo. La fuerza del gobierno, con el monopolio de la violencia tiene todas las de ganar en esta guerra que tiene batallas todos los días.
A pesar de la desigualdad de fuerzas no hay ganador al final de cada contienda. Acallar la verdad es un objetivo que se fijan algunos políticos muchas veces sin lograrlo. Eso sí callan hasta el exterminio físico a quienes disienten o descubren, protestan o cuestionan. Pero también dividen a los hombres y mujeres que se dedican a informar.
La división está muy clara, es precisa sin que nadie pinte una raya. Línea divisoria que debe ser de color rojo. El ejercicio del periodismo es tan diferente entre unos y otros que pareciera que se dedican a actividades diferentes.
El periodista desaparecido pareciera ser el mejor periodista, el que debería obtener todos los premios; los otros, lo del otro frente, los que sostienen al gobierno y sus generales como trinchera infranqueable.
La separación entre buenos y malos nada tiene que ver con la calidad de cómo escriban o su profesionalismo; la división la marca su actitud ante el trabajo diario y su responsabilidad social, su compromiso con la historia.
La división entre buenos y malos, propia de la época de la Colonia, la establecen los nostálgicos de la Inquisición que quisieran quemar vivos a quienes intentan fundamentar en la democracia su tarea cotidiana; pero para esos funcionarios públicos que viven en la Colonia, la democracia es un término muy complejo que no quieren ni pueden entender. De ahí que prefieran tomar como punto de referencia las practicas represivas del pasado en nombre de la modernidad y el supuesto desarrollo.
El poder lo mismo lo ejerce , José Ángel Puentes Zavala, director de la policía de Piedras Negras, Coahuila, para detener a un reportero que tomaba fotos de un choque entre patrullas de la PGR, manejadas por los agentes de Arely Gómez que están cubiertos de un escudo de impunidad que sólo ella puede darles.
Desde luego, que el reportero, el periodista, el comunicador es el objetivo. Callando a los reporteros, se oculta la verdad y la historia así pueden escribirla los vencedores con lujos de detalles más cercanos a la imaginación que a la realidad.
La impunidad de la que gozan quienes castigan de una u otra forma a los reporteros que cumplen con su trabajo, es otorgada como una especie de realización satisfactoria de un trabajo sucio pero necesario en medio de un sistema autoritario.
Comunicar para qué si ahí están los noticiarios de televisión y lo que no suceda dentro de sus contenidos simplemente no existe o es mentira, es manipulación de los malos, expresiones informativas de los agoreros del desastre.
La guerra contra los periodistas desde varios ángulos del poder, tiene el objetivo de la división, de la segregación, de la discriminación a ultranza entre iguales que obligan a ser distintos, ajenos, lejanos, enemigos. Allá, los vulnerables pobres diablos que están tan lejos de la televisión como de la manipulación y los otros, que viven con holgura económica, que gozan de la seguridad, de la confianza de sus jefes, ellos nunca serán asaltados en las calles, ni sus casas serán saqueadas, son, ejemplos a seguir de acuerdo a los simplistas esquemas maniqueistas de la moral medieval de la televisión, esa televisión que puede cometer mil delitos pero se borran ante un fulminante desmentido, que con gesto adusto se señala como mentira. Si persisten los ataque lo recomendable es el fusilamiento de la memoria a través de una notica espectacular. Ahí están todas las herramientas para lograrlo.
La división de los periodistas en medio de una guerra de exterminio gremial todavía no tiene perdedores, menos aún ganadores.