Rompiendo el techo de cristal
Por: Alma Lidia de la Vega
Cuando hablamos del techo de cristal, hacemos referencia a una serie de obstáculos que dificultan nuestro ascenso laboral. Lo utilizamos para mostrar como las mujeres nos vamos quedando en el camino del ’éxito profesional’, es semejante a ascender una montaña, donde pocas alcanzaran la cumbre y desde las alturas miraran lo difícil que fue subir; tal vez ese ascenso les llevo años; quizá lo lograron cuando sus hijos alcanzaron la mayoría de edad; tal vez llegaron a la cima porque optaron por dedicar la mayor parte de su tiempo y esfuerzo al desarrollo profesional.
El techo de cristal es un concepto que comenzó a utilizarse a finales de los años setenta cuando mujeres en todo el mundo no comprendían porque a pesar de tener igual preparación profesional que muchos hombres no lograban estar en los puestos de responsabilidad o de toma de decisiones. En los años ochenta también se levantó la voz para criticar la llamada brecha salarial que tolera que las mujeres ganemos menos frente al mismo trabajo de un hombre. Se denunció que el tiempo empleado por las mujeres en las tareas del hogar y en el cuidado de los hijos era mucho mayor que sus compañeros varones y que esto, precisamente resultaba un obstáculo para el desarrollo profesional. La crianza de los hijos históricamente ha sido responsabilidad femenina y ello ha limitado nuestra presencia en el ámbito público.
Han pasado más de cuarenta años desde que fue mencionado por primera vez la metáfora del techo de cristal y las mujeres seguimos creyendo que toda la responsabilidad de no estar en la ’cima del éxito’ es nuestra. Somos autocríticas con nosotras y con las demás, nos exigimos mayor esfuerzo, mayor preparación y más de todo para demostrar que los espacios alcanzados los merecemos. Invertimos más tiempo en el trabajo, participamos más en cursos de actualización. Pero, ignoramos que los obstáculos para el ascenso laboral de nosotras las mujeres son culturales y no personales. El problema no está en nosotras, sino en el sistema patriarcal que sigue imperando en nuestros días y condiciona la mayor parte de las acciones en nuestra sociedad.
Cuando se menciona que el techo es de ‘cristal’ significa que los rasgos culturales, sociales y económicos son, en la mayor parte de los casos, velados, no se ven, como un cristal transparente, es una barrera invisible que limita tu ascenso, intentas avanzar pero algo te lo impide, no lo ves pero te detiene cada que intentas avanzar y por ello te convences que las fallas son exclusivamente tuyas. El techo de cristal es difícil de detectar, lo que complica la puesta en marcha de medidas y actitudes para romperlo.
Por ello, la mejor forma de romper el techo de cristal es aceptando que existe, que ahí está, que es un obstáculo que impide el avance laboral de nosotras, las mujeres y que en nuestro estado se puede demostrar por la brecha salarial entre hombres y mujeres que en promedio es cercana al veinte por ciento.
También a través de la menor presencia de mujeres en los espacios de alta dirección. Además sin lugar a dudas la paridad en los espacios debería ser algo natural y no por decreto o discurso político.
Romper el techo de cristal implica la suma de distintas estrategias colectivas e individuales que generen cambios culturales y sociales que atraviesen nuestra conciencia colectiva y permitan un empoderamiento individual.
