Opinión
Gabriel Quadri de la Torre
Ixtapa fue concebido y planeado integralmente por Fonatur como una de las joyas de la corona del sector turístico en México. Hoy se encuentra en plena decadencia y abandono, a pesar de sus formidables atributos naturales, comunicación y emplazamiento.
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Si bien, el drama de Ixtapa no empezó con el actual gobierno, ahora se ha visto agudizado por la incuria de Fonatur dentro de una amplia red de responsabilidades que abarca a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, a la Secretaría de Turismo y al gobierno del estado de Guerrero. Fonatur, hoy en día se dedica a perseguir quimeras absurdas como el Tren Maya en lugar de atender y asumir las facultades legales, institucionales y operativas que le fueron conferidas desde su creación.
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Ha sido Ixtapa víctima de la corrupción, la extorsión, la indolencia, la ineptitud, y el arraigo del perverso modelo turístico all inclusive que destruye efectos multiplicadores locales y cancela mecanismos de desarrollo regional a partir del turismo.
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La zona neurálgica de Ixtapa fue la marina, pensada no sólo como infraestructura náutica sino como espacio público y área de servicios y desarrollo inmobiliario, capaz de proyectar a este destino turístico a escala internacional.
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Sin embargo, el visitante se encontrará hoy únicamente con ruinas, decadencia y abandono. La situación llega al extremo de que sencillamente se carece de opciones dignas para salir a comer o cenar.
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La marina se encuentra terriblemente azolvada por falta de dragado, y gran parte de los muelles se ha colapsado.
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Obras negras desoladas la bordean, mientras que casi todos los restaurantes y tiendas han cerrado; los que sobreviven lo hacen en condiciones lúgubres y precarias.
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Los pavimentos se encuentran fracturados y desplomados, rebosan las aguas residuales, mientras que la torre y las edificaciones de condominios se observan al punto del derrumbe.
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Nadie visita lo que hace años fue un vibrante espacio público, que hoy ofrece un espectáculo deprimente de degradación y desolación.
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La tragedia de la Marina de Ixtapa arrastra a todo el desarrollo turístico, con lo que nuestro país deja inutilizado un capital natural y físico extraordinarios, además de cancelar oportunidades de empleo y bienestar para las poblaciones locales.
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El exuberante y espectacular boulevard de Ixtapa es un desierto, salpicado de ruinas, negocios clausurados, y establecimientos lumpenizados que no corresponden al costo de la inversión ni al valor potencial de la actividad turística en este destino.
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Sólo alguno que otro turista intrépido o despistado, arrancado de las garras del all inclusive emprende la aventura de caminar por esa otrora espléndida vía pública.
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El único contraste con el panorama de desolación que ofrece Ixtapa es su playa El Palmar, insólitamente bien gobernada y regulada, impecablemente limpia, vigilada, señalizada y con guardavidas capacitados.
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Pero esta anomalía (sic) se debe más al municipio de Zihuatanejo, al que pertenece Ixtapa, que a los gobiernos federal y estatal.
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Resulta increíble que en el estado de Guerrero (of all places) exista un gobierno municipal capaz de gestionar con semejante eficacia un complejo espacio público.
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Y no es una circunstancia aislada, ya que playas intensamente populares como Las Gatas en Zihuatanejo, también se gestionan con éxito por el municipio a pesar de la abrumadora carga humana que reciben.
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Es algo diametralmente opuesto a lo que ocurre en Acapulco, y mercería ser objeto de algún análisis institucional y cultural para explicarlo, y en su caso, reproducirlo.
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Fonatur, Sectur, Sct y el gobierno del Estado de Guerrero deben ser llamados a cuentas, y exigirles que asuman sus responsabilidades políticas e institucionales de gestión, regulación, y promoción.