Opinión

¿Serían de Iturbide y von Habsburg quienes inspiraron al vallisoletano de ahora?

¿Serían de Iturbide y von Habsburg quienes inspiraron al vallisoletano de ahora?
Periodismo
Octubre 29, 2016 08:40 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Hoy, cuando las cosas no marchan como se quisiera, hay por ahí algunos a quienes les entra la nostalgia y sueltan suspiros que no se detienen en el periodo de la presidencia extendida ya que Don Porfirio les resulta demasiado plebeyo.
Trepados en la imaginación, vuelan hasta el siglo XIX y empiezan a rememorar, como si lo hubiesen vivido, los tiempos en que un par de fulanos llamados Agustín Cosme Damián, y Ferdinand Maximilian Joseph Maria trataron de imponer formas imperiales para gobernar este país.
A esos añoran quienes dicen pertenecer a la ’gente decente y no al ’’peladaje.’ Aun cuando usted lector amable no lo crea, todavía quedan por ahí, encubiertos en mantones azules con ribetes blancos, quienes así se expresan. Y al ver y escuchar semejantes posturas, vino a nuestra mente las lecturas y análisis que sobre estos personajes hemos realizado a lo largo de los años.
Sin embargo, dado que el espacio de esta colaboración es limitado, no podemos entrar a tratar todo el cuento creado durante los ’gobiernos’ de este par.
Ante ello, decidimos recurrir a distintas fuentes para ver cómo se comportaban sus ’súbditos’ cuando un criollo y el austriaco eran ungidos.

Demos inicio con el criollo oportunista De Iturbide quien se apoderó de la consumación independentista y acto seguido le apareció su verdadero yo.
Según él, por sus venas corría sangre azul y en consecuencia, para materializar tal sentimiento, era necesario crear un imperio el cual constituyó con la anexión de todas las naciones centroamericanas.
Veamos como el ’pueblo’ demandó que el criollo, quien un día se sintió noble, fuera proclamado emperador. La noche del 18 de mayo de 1822, alrededor de las diez, un oscuro sargento llamado Pío Marcha salió a gritar vivas a Agustín I.
Y como, según cuentan las crónicas, el pueblo salió en masa a respaldar la proclama, después de hacerse el remolón por un rato, Agustín Cosme Damián se sintió obligado a responder afirmativamente.
Ante esto, recurriendo a la narración de Diego Arenas Guzmán en ’Croniquillas de Divulgación Histórica,’ dos meses y tres días después, el 21 de julio, se dio la coronación del criollo michoacano y su esposa Ana María Josefa Ramona Huarte Muñoz y Sánchez De Tagle ’…ese día de la coronación amanecieron adornados los balcones y las fachadas de todas las casas; se cubrieron con toldos las calles desde el palacio provisional en San Francisco, hasta Catedral, por la de Plateros, frente del Portal de Mercaderes frente de las Casas Consistoriales, y frente del antiguo palacio de los virreyes.
A las once y media de la mañana comenzaron los repiques en la Catedral generalizándose en seguida en todas las iglesias de la ciudad.
La Catedral informa ’La Gaceta,’ estaba adornada con la mayor magnificencia, puestos en el altar mayor y credencias los utensilios y piezas más solemnes y curiosas de oro y plata.
En el presbiterio blandones y mariolas del mismo metal y en todas las naves colgadas con luces, arañas y candiles, también de plata…’ En ese marco habría de darse la coronación de tan ilustres personajes y ahí nos vamos a lo escrito por Rosa

Beltrán en su excelente novela ’La Corte de los Ilusos,’ en la cual narra cómo tras recorrer el trayecto desde su morada en el Palacio de Moncada hasta la catedral, ’El Emperador y la Emperatriz entraron caminando muy erguidos, sin reparar en los gestos de embeleso o en las lágrimas de emoción que derramaban algunos de los asistentes.
La iglesia estaba tapizada con flores y el olor de ellas mezclado con el abigarramiento de la multitud hacía difícil la respiración.’ O para decirlo en términos coloquiales aquello apestaba a putrefacto como si fuese presagio de lo que implicaría el reinado iturbidista.
Siguiendo con la ceremonia, recurrimos al texto de Josefa Vega en ’Agustín De Iturbide,’ en donde relata que la ceremonia de coronación fue oficiada por dos antiguos amigos del vallisoletano, el obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo y el de Puebla, José Antonio Joaquín Pérez Martínez y Robles quienes sostenían una encarnizada contienda por ocupar la preminencia en el acto, algo que logró el primero ya que el segundo cargaba una serie de acusaciones provenientes de Roma.
Una vez concluida la ceremonia no exenta de incidentes derivados de rivalidades que terminaban por exhibir la manta que portaban por debajo de los ropajes fastuosos, retornando al texto de Beltrán, ’…Su Alteza Agustín I, decidió que no quería pasar por el mismo sitio por donde había llegado. Don Vicente [Güido y Güido] le aclaró que la calle de Plateros se había remozado y adornado para ese fin.
El obispo Pérez, desesperado, se abría paso entre la multitud para recordar a Su Alteza la promesa que le había hecho de pasar al palacio de los Virreyes al refrigerio. Pero su anchísimo volumen y la necedad del tumulto en no dejarlo pasar, le impidieron llegar a tiempo: el Dragón [Iturbide] montaba ya su cabalgadura, cayendo en ella como los propios ángeles, y desviaba la ruta original para pasar frente a la casa de [María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias a quien sus próximos, que se dicen eran muchos y variados, la llamaban simplemente] la Güera Rodríguez,’ quien le proporcionaba lo que doña Ana María no era capaz de ofrecerle.
De esta manera, retomando el texto de Vega, ’la ciudad de México volvía a ser Corte, pero ya no virreinal –que al fin y al cabo era ser Corte de segunda clase-, sino soberana, con emperador, emperatriz, príncipes, infantes duques y condes propios.
La nobleza tradicional mexicana, la más numerosa, poderosa y rica de América, no disimulaba su desprecio ante los 34 títulos nobiliarios distribuidos por Iturbide entre familiares y amigos, las clases medias miraban con asombro la pompa que rodeaba a quienes hasta hacía poco habían sido como ellos, y [Joel R.] Poinsett…el enviado de Estados Unidos a la Corte de Agustín I, apenas podía contener la risa al ser presentado al príncipe de la Unión…El emperador de México ya tenía su Corte de opereta formada por nobles pulqueros, clérigos intrigantes y militares fieles a su jefe supremo hasta la muerte… o hasta que otro cualquiera les prometiera negocios más ventajosos. ’
Y esto último empezaría a materializarse en diciembre de 1822, cuando se levantó en armas aquel brigadier de nombre Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez De Lebrón, quien no había olvidado el rechazo que la ’princesa’ sesentona, Nicolasa, le había endilgado, a instancias de su hermano, cuando le declaro su amor sincero(¡!). ¨El 20 de marzo de 1823, el criollo quien un día se sintió noble no tuvo otra opción sino abdicar, según él, para evitar derramamiento de sangre, aun cuando la realidad decía que el gobierno estaba en bancarrota, las tropas ya no lo obedecían y el país se desintegraba.
Se fue para regresar, creyendo que podía recuperar ’el trono’, el 15 de julio de 1824, cuatro días después lo fusilaron en Padilla, Tamaulipas dejando huérfanos a los de la causa imperialista quienes tardarían varios años en encontrar con quien reemplazarlo.

Eso sucedería el 3 de octubre de 1863 cuando hasta el Castillo de Miramar llegó la delegación mexicana compuesta por José María Gutiérrez de Estrada, Juan Nepomuceno Almonte Miguel Miramón y Tarelo, José Pablo Martínez del Río, Antonio Escandón, Tomás Murphy, Adrián Woll, Ignacio Aguilar y Marocho, Joaquín Velázquez de León, Francisco Javier Miranda, José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar y Ángel Iglesias.
Este grupito iba a ofrecerle a Ferdinand Maximilian Joseph Maria von Habsburg-Lothringen que aceptara convertirse en Emperador de México, algo que, decían ellos, era una petición mayoritaria del pueblo de México.
No sería sino hasta el 10 de abril de 1824 cuando Maximiliano aceptó la ’corona’ de México. Para saber cómo reaccionaron en México los huérfanos de imperio, nada como ir a lo escrito por una dama que los conocía y se movía entre ellos, María de la Concepción Josefa Severa Ignacia Ramona Lombardo Gil de Partearroyo, la esposa de Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo.
Para ver lo acontecido en México entre esa fecha y el 28 de mayo de 1864, cuando Maximiliano llegó a Veracruz, acompañado por su esposa, Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire Clémentine Léopoldine de Saxe-Coburg-Saalfeld, recurramos a lo escrito por la ciudadana Lombardo en ’Memorias de una Primera Dama.’
Ahí, nos relata que ’apenas se recibió en la capital la noticia de la aceptación del trono del archiduque Maximiliano y su pronta salida de Miramar para embarcarse y emprender viaje a México, se apoderó de los conservadores y de casi toda la sociedad una especie de frenesí y no se hablaba de otra cosa que de la manera más digna y brillante que se tenía para poner en práctica para recibir a los soberanos, para embellecer su moradas y organizar toda clase de fiestas y festejos.’ Pero eso era nada, de poco valía el esfuerzo sino había documento que lo respaldara. Por ello, narra Lombardo, ’los pocos pergaminos de nobleza que aún quedaban en los viejos armarios de las casas, los empezaron a sacudir el polvo en que los tenia enterrados la tirana República y al leerlos los nietos y los bisnietos de los abuelos, exclamaban llenos de gozo:’ !Yo soy marques!, ¡yo soy conde!, decía otro ’!yo soy duque y Grande de España!’ Una señora que mucho conocí: Yo desciendo en línea directa de Moctezuma.’
Pero si parece que los tiempos no han cambiado, los huérfanos de imperio de hoy en día siguen con la misma cantaleta. Sin embargo, el entusiasmo que despertaba entre los capitalinos el arribo del barbirrubio emperador no era el mismo que predominaba entre los pobladores del puerto veracruzano.
Vayamos al texto de Victoriano Salado Álvarez en ’Episodios Nacionales: La Corte de Maximiliano,’ en donde escribió que, al llegar los intrusos, apenas ’una columna de sesenta a ochenta personajillos negruzcos, otra de muchachos comentando el caso y riéndose a mandíbula batiente y una murga desentonada haciéndose rajas tras de nosotros, y tendréis idea de aquel cortejo que fluctuaba entre convite de toros y recepción

de jefe político. ¿Señoras? Ni para remedio había; todas se excusaron de presentarse o ni siquiera dieron excusas.’ Una recepción con similar frialdad tendrían al pasar por Orizaba.

Sin embargo, al llegar a Puebla, el 5 de junio, encontrarían por fin caras amables. De acuerdo a una aristócrata y cronista de la época,Paula Hollonitz: ’Se erigían por todos lados arcos del triunfo, se adornaban las iglesias, las casas y se hacían preparativos.
La gente no se cansaba de averiguar las cosas personales de la pareja imperial, en lo íntimo y en lo público’ tras de esa grata recepción emprendieron el viaje a la ciudad de México a la cual arribarían el 12 de junio de 1864.
Según la narración de Lombardo, ’los nuevos soberanos hicieron su entrada en la capital; la recepción que México les hizo fue verdaderamente regia. En las calles, las piezas y los edificios públicos flotaban infinidad de banderas tricolor y la ciudad parecía un extenso jardín por la cantidad de arbustos, plantas y flores que la adornaban.’
Como era de esperarse al primer lugar que se dirigen Maximiliano, Carlota y la cauda de apátridas que los acompañaban fue a la Catedral. Parte de ese recorrido fue presenciado por la esposa de Miramón quien narra que vio ’la fiesta desde un balcón de la casa de don Octavio Muñoz Ledo [ya sabemos de dónde le viene la casta al galgo demócrata-nacionalista- saltimbanqui que todos conocemos en nuestros días como Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo De La Vega] en la calle de Plateros, y fue tanto el entusiasmo que en aquel día dominó los espíritus que vi bajar de los balcones a las principales señoras y al paso del soberano ofrecerle ramos de flores.’
Finalmente, tras de cruzar las calles de San Francisco y de Potrero llega al recinto religioso en donde lo esperaba el Arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos quien antes había estado en Guadalupe junto con los obispos de Michoacán, Clemente de Jesús Munguía y Núñez y de Oaxaca, José María Covarrubias y Mejía. Como siempre los miembros de la curia santificando la traición a México. ¿Quién lo puede negar? Pero retornemos a la historia contada por doña Concepción.

Quien fuera ’presidenta, así lo decían sus malquerientes, no dejaba de congratularse como ’en la noche hubo brillante iluminación y bien se puede decir que no había en toda la ciudad una sola casa en que no hubiera profusión de luces y de artísticos faroles de colores.’
A ello, añadía, ’en algunas casas se veían los retratos de Maximiliano y Carlota pintados sobre grandes transparentes, rodeados de plantas, luces y banderas, terminando el adorno con cortinajes de seda y terciopelo.’
Esa era una versión de la recepción, Salado Álvarez por su parte, apunta: ’No creáis todo lo que os digan los periódicos y las gentes de aquel tiempo acerca de las magnificencias de la recepción imperial; cuanto se hizo no valió tres pitoches, y aunque los príncipes quedaron satisfechos, la cosa no era para tanto; más para los conservadores que habían organizado aquello y que en su inocencia creían que México era la primera ciudad del Nuevo Mundo, que era lo más rico y lo más grande que existía, y que aquí tomaban lecciones de lujo y de elegancia los imperios más remotos de la tierra, aquello era el acabose del primor y del buen gusto.’
Lo peor de este aldeanismo es que aun hoy existen quienes siguen con esa creencia y continúan añorándolo. Tras de la recepción, Maximiliano poco a poco iría percatándose de la clase de fulanos con la que se

había venido a enredar, ello no le impidió creer que efectivamente estaba creando un imperio y como físicamente estaba impedido para tener descendencia, decidió adoptar los nietos de aquel criollo que un día se sintió noble, Agustín De Iturbide y Green y Salvador De Iturbide y Marzán, a quienes nombró herederos del segundo imperio de opereta que sufrió nuestro país.
Al final todo se le hizo humo y no hubo tal dinastía. Sin embargo, cuando creíamos que eso de la instauración de linajes era cosa del ante pretérito, de pronto nos encontramos con que otro vallisoletano encubierto en las enaguas de su mujer quiere implantarnos uno disfrazado de una expresión democrática.
Lo peor es que hoy encontramos quienes reaccionan igual que como lo hicieron aquellos quienes en el siglo XIX aprobaban la instalación de casas gobernantes en México. ¿Serán De Iturbide y Von Habsburg quienes inspiraron al vallisoletano de nuestros días? Para reflexionarlo. vimarisch53 @hotmail.com

Añadido (1) El ciudadano Bergoglio Sivori salió a emitir disposiciones sobre cómo cada quien puede disponer de las cenizas de sus difuntos. Si no le compran un nicho caen en pecado. No desperdician la oportunidad para demostrar que hoy, como ayer, lo de ellos es el negocio.
Como nos lo dijera un hidalguense distinguido, liberal de cepa pura: ’En el fondo nada ha cambiado, sino solamente el envoltorio en que ahora se presenta.’ ¿Alguna duda?

Añadido (2) Ya lo hemos mencionado, meterse en los asuntos domésticos del vecino implica abrir la puerta para que este se sienta con derechos y mañana lo haga en los nuestros. Cuando ello suceda, los demagogos aumentaran la demanda de lábaros patrios para usarlos como cobertores, mientras clamaran por el respeto a nuestra autodeterminación sacrosanta.
Pero que podemos esperar en un país que carece de política exterior y quienes dicen estar encargados de ella andan buscan como ganarse enemigos de a gratis. ¿A cuenta de que los sostienen en el cargo?

Añadido (3) Aun no se coloca el puchero en el fogón y los panistas se arrebatan la cazuela porque creen que a nadie más que a ellos les pertenece ingerírselo. Al respecto, les recomendamos lo analizado por el economista sinaloense, Sergio Enrique Castro Peña en ’Hablemos del triunfo asegurado o de cómo ‘del plato a la boca, se puede caer la sopa.’’ (www.guerrerohabla.com, 16-VIII-16). Una reflexión amplia sobre una partida de hambrientos de poder. O ¿Habrá quienes los crean adalides de la democracia?

Añadido (4) Ya está lista la mitad de las cuotas iniciales que se aportaran al Sistema Nacional Anticorrupción. El PRI lo hará con Duarte De Ochoa y el PAN con Padrés Elías. Nos falta saber con quienes cooperaran el PRD y Morena.
En el primero, la decisión está entre Aguirre Rivero y Ebrard Casaubon. En el segundo, el fallo es más difícil porque ahí, al convertirse en cascajo reciclado por tercera o cuarta vez, han pasado a transformarse en seres inmaculados que pueden hacer y deshacer con los recursos públicos lo que se les antoje sin que haya autoridad que les exija cuentas. ¿A poco no lo había notado?

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