Presente lo tengo yo

Sexo y religión

Sexo y religión
Periodismo
Noviembre 24, 2020 18:09 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

De milagro no tiene uno que ir con el siquiatra. O a lo mejor -tal es mi caso- debería uno ir. Yo, como buen católico preconciliar, vivo atormentado por la idea del pecado. Le tengo un miedo horrible al Juicio Final, porque las catequistas nos contaron que ese día seremos llamados todos, uno a uno, y delante del mundo entero un ángel locutor leerá la lista completa de nuestros pecados, con lujo de detalles. Hagan ustedes de cuenta un balconeo de Las redes de ahora, pero en grande.

A mí no me importa que todos los habitantes del planeta estén ahí. Total, ni me conocen ni los conozco ¿Qué se me da que la gente de Ghana, Bahrein o Eslovenia se enteren de mis intimidades? Lo que me apura es que estará la gente de Saltillo, sobre todo mis familiares, mis amigos, mis vecinos y saltillenses en general. Ahí sí me voy a poner colorado, y quizá voltearé hacia ellos con sonrisa idiota, como diciendo: ’Caray, discúlpenme. Todo eso lo hice sin mala intención’.

Pese a mi turbación el cabrón ángel que digo seguirá leyendo sin consideración alguna. A cada pecado sonará una fanfarria de trompetas; se encenderán luces de neón; se oirán cohetes y habrá en el cielo estallido de juegos pirotécnicos. Mis papás me verán con ojos de reproche como diciéndome: ’¿Ese ejemplo te dimos en la casa?’. Mi esposa y mis hijos menearán la cabeza en gesto de desaprobación; mis nietos –sobre todo mis nietas- exclamarán muy asombrados: ’¡Abuelito!’, y el señor que vive cerca de mi casa le dirá a su mujer: ’¿No te lo decía yo?’. Yo seguiré con mi sonrisa idiota, y haré con las manos un ademán como diciendo: ’¿Qué quieren que yo haga? Así fueron las cosas, y ni modo’.

Lo que sucede es que no tengo capacidad para racionalizar mis culpas. Envidio a un amigo mío, protestante él. No sé a cuál denominación pertenece entre todas las del protestantismo. Entiendo que su credo tiene algo que ver con el de los puritanos calvinistas. Por ejemplo, mi amigo no bebe una gota de licor. Tampoco fuma, y mira con ojos de condena a quien enciende un cigarrillo. En las bodas no baila. Una vez nos dijo con tono de predicador: ’El baile es la gimnasia del demonio’.

Y sin embargo, asómbrense ustedes, mi amigo es cachondo y cogelón, si me son permitidas esas expresiones, la primera ya admitida por el diccionario, la otra todavía no. En eso de fornicar no es puritano. Anda con Petra, Juana y varias. No hace distinción de personas, pues el protestantismo es por esencia democrático, según demostró Max Weber. Igual lo ves con una dama de sociedad que con una muchacha del servicio. Sus hermanas de religión no gozan de su preferencia -las encuentra aburridas-, pero dice que las católicas tienen ’un no sé qué que qué sé yo’. Creo adivinar en qué consiste ese no sé qué: los católicos tenemos una honda conciencia del pecado, y entonces pecamos con más sabor. Adán y Eva deben haber sido católicos.

La sabrosura que digo se ve sobre todo en cosas de la carne, que son las que a los católicos se nos prohíben más. Según los Padres de la Iglesia -madres hay pocas- la mujer es el instrumento de que se vale el demonio para llevar al infierno a los varones. En su sanguinosa película ’La pasión de Cristo’ Mel Gibson dio al demonio una figura andrógina, pero tirando más a mujer que a hombre.

Diré mañana cómo mi amigo protestante, que no bebe, ni fuma ni baila, justifica sus refocilaciones con mujer. (Continuará).
Religión y sexo (II)
Presente lo tengo yo

Mi amigo es protestante. En el fondo de todo protestante hay un puritano. Los católicos, digo yo, somos de manga ancha. Tenemos ese baño mensual –o semanal, o anual, según el caso– llamado confesión o sacramento de la reconciliación, que nos lava las culpas y nos deja listos para poder cometer otras.

Hay religiones que no permiten comer carne de puerco. Los musulmanes y judíos no la comen. Los cristianos españoles de la Reconquista, por el contrario, más de adrede comían puerco para estar a salvo de toda duda y demostrar que no eran moros ni judaizantes. Tal es el origen –origen religioso– de nuestro gusto por las carnitas y los chicharrones. En nombre de Cristo comemos asado de puerco.

Además los católicos tenemos una gran habilidad para evadir las prescripciones de nuestra religión. Se cuenta de un cierto señor cura que llegó a un restorán especializado en cabrito. Era viernes de cuaresma; obligaba la abstinencia de carne. Le preguntó al mesero:

-¿Tienes estrella de mar?

-No, padre –respondió el muchacho desconcertado.

-¿Hay hipocampo?

-No tenemos eso.

-¿Y anémona marina?

-Tampoco.

Entonces el padrecito alzó los ojos al cielo y dijo con voz llena de congoja:

-Señor, tú eres testigo de que pedí mariscos, y no había.

Dicho eso se volvió hacia el mesero y le ordenó:

-Entonces tráeme una riñonada.

Mi amigo es protestante, ya lo dije. Cumple al pie de la letra las normas de su fe. No fuma, no bebe licor. Sobre todo, no baila. Eso de bailar está terminantemente prohibido en las denominaciones luteranas. Lutero tuvo trato con mujer, pero seguramente no bailó con ella. Bailar es para muchos evangélicos cosa del demonio. Un pastor protestante muy dado a la carnalidad apergolló a una de sus feligresas en el local mismo del templo. La recargó contra la pared y ahí, de pie, se dispuso a la fornicación. Le dijo la mujer muy apurada:

-Hagámoslo en el piso, hermano, no sea que llegue alguien y piense que estamos bailando.

También contra la lujuria se previenen mucho los protestantes. No sé por qué la gente de religión le tiene tanto miedo a la lujuria, pecado tan pobrecito y débil que se termina con los años. Deberían temer a la soberbia, que no se acaba nunca, y hasta se hace más grande con la edad. Otro predicador le dijo a una señora de su iglesia: ’Estoy gravemente enfermo. Me dijo el médico que sólo yaciendo con mujer puedo salvar la vida’. Ella se ofreció de buen grado a salvarle la existencia. Salvándosela estaba cuando el predicador, en medio del arrebato erótico, le pidió un beso.

-¡De ninguna manera, hermano! –protestó la señora con mucha dignidad–. ¡Medicina sí, lujuria no!

Con todo lo que he dicho me resulta difícil entender a mi amigo, que no fuma, ni bebe licor, ni baila en las bodas, pero sí folla con ésta, aquélla y la otra a pesar de ser casado. Pero él explica su conducta. Dice muy serio:

-El cigarro, los bailes y el licor son invención del hombre, seguramente inspirado por el diablo. La mujer, en cambio, es creación divina. No debemos despreciar la obra de Dios.

¡Qué engañosas son las argumentaciones de un sofista! Pero más engañosas son si ese sofista es hombre religioso y argumenta en el nombre del Señor.

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