Sistema Nacional de Inteligencia


Por Gregorio Ortega Molina

Sistema Nacional de Inteligencia
Periodismo
Mayo 14, 2014 07:07 hrs.
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Cuando -durante 2011- crecieron las opciones de que el PRI regresara a Los Pinos, el tema de conversación entre los mexicanos fue recurrente: imposible esperar milagros, por las condiciones de confrontación social en que el pleito personal de Felipe Calderón con Andrés Manuel López Obrador dejaba a México.

Pero había una certeza. La experiencia de gobierno priista facilitaría lo esencial: poner al país en orden.

El resultado está a la vista. Hay un procónsul en Michoacán que asegura haber pacificado a la entidad; la presencia del Ejército y la Armada en diversas entidades del país crece, mientras las exigencias sociales imponen modificaciones al fuero militar, aunque continúan en la oscuridad las normas con las cuales las Fuerzas Armadas asumen funciones policiacas para pacificar al país, como si fueran ejércitos de ocupación allí donde asientan sus reales para descabezar a los cárteles.

Los eternos aliados, como la CEM, se muestran inquietos: la unificación de mandos policíacos no concluye o se convierte en quimera; la gendarmería nacional o lo que sustituye a la policía federal, no acaba de nacer, ni con fórceps; sin embargo, algunos triunfos sobre la delincuencia organizada, como el arresto de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y la recuperación física y administrativa de Lázaro Cárdenas, Michoacán y, la cereza en el pastel, la coordinación de esfuerzos de inteligencia en la lucha contra el crimen organizado.

¿Para qué, entonces, concebir y promover la creación de un Sistema Nacional de Inteligencia?

Para comprender lo que ocurre, de inmediato recurrí al manual escrito por mi gurú político, donde dejó anotado: “Pero las consecuencias indirectas del ejercicio del poder tienen mucha más importancia que los esfuerzos conscientes de los poderosos. Todo poder, por el hecho mismo de ejercerse, extiende hasta el límite de lo posible las relaciones sociales en las que reposa; así, el poder militar multiplica las guerras y el libre mercado multiplica los intercambios comerciales”.

Puede entenderse, entonces, la necesidad de centralizar los sistemas de inteligencia en uno solo e ir en contra del sentido común, o de los ejemplos históricos, como queda establecido en la diferencia de resultados que dan la diversidad coordinada, como ocurre en Estados Unidos, y la centralización, como sucedió en la ex Unión Soviética y los países del Este, y hoy continúa como modelo en Rusia, China y Corea del Norte.

¿Para qué un sistema nacional de inteligencia, cuando la coordinación -con mano firme- de las diversas agencias mexicanas de seguridad, produce buenos resultados? Esperemos que no cedan a la tentación.

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