De Frente.

Tabares y las Ostras

 Tabares y las Ostras
Periodismo
Abril 06, 2016 21:59 hrs.
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Por: Miguel Ángel Mata Mata › guerrerohabla.com

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Una vez Don Nacho me invitó a ser su chalán. Él tomaba fotos, yo los nombres de los retratados. Fue suficiente con Bocaccio, una de las mejores y exclusivas discotecas del Acapulco que estamos a punto de perder.
A cada foto uno, dos o tres nombres. A cada foto un billete caía en mi bolsa. Al final de la jornada entregué las ganancias. Puros verdes por fotos que aparecieron al siguiente día, a todo color, en impresos de la ciudad de México.
En aquel Acapulco rifaban los billetes verdes. Por aquí y por allá. Las discotecas abrían a las diez de la noche. A las tres de la mañana nos acaramelábamos con la pareja. Invariablemente ponían las de Barry White. Media hora de baladas anunciaban el fin. A la media encendían las luces y todos, todos, para afuera.
Unos iban a la camita. Otros a comerse un menudo, al Zorrito que aun existe. Otros una torta y un esquimo, en Chavelas, que ha cerrado. Había unas tienditas que llamábamos Oasis. Si alguien quería seguir la fiesta, pasaba ahí por unas chelas en una gran bolsa con hielo. ¿Se acuerdan de Leira, la tienda tras la Comer del Centro?
A las cuatro de la mañana discotecas y costera se vaciaban. Pero Acapulco no dormía. Quienes quisieran seguir la parranda encontraban todo lo que quisieran en la zona de tolerancia: alcohol, prostitución, drogas y encierro, en la pequeña cárcel ahí instalada, a los que bebían o bailaban con las chavas de los bares y no pagaban.
Antes de ir a casa los amanecidos iban por un aporreadillo, una carne de cuche, un mole de olla, un caldo de pollo o un chicharrón en verde acompañados con unas tortillas recalentadas y una sangría casera. Todo eso en el restaurante La Venturita, que aun abre sus puertas de lunes a sábado.
¿Turismo gay? Acapulco fue pionero internacional en cabarets de ese tipo. Primero fue el Pico Haley, luego el Tequila’s Le Club, Gallery, El Nueve o la Playa Condesa. Inclusive al famoso travesti Mayambé, que engañaba a turistas que le besaban la ingle creyéndole mujer. Al final, fuera peluca, vestido y… a correr fuera del cabaret La Huerta.
Porque no se llamaban antros. Les decíamos cabarets.
¿Y DE PRONTO?
En aquellos tiempos ser agente de tránsito era un lujo. Ellos ganaban muy bien. No aceptaban mordidas pues el municipio les daba una comisión por cada infracción levantada. Lo mismo para los preventivos, que viajaban en unos cochecitos Safari, a la caza de ’faltas a la moral’: una miadita costaba cincuenta pesos. Una mentada diez. Veinte si te agarraban con aquello en la boca: la chela.
De pronto, como caído del cielo, o subido del infierno, apareció simpático negocio en la Plaza Álvarez, a unos veinte metros de la entrada a la catedral de Nuestra Señora de La Soledad. Un verdugo encapuchado cuidaba la entrada angosta que, luego de unos veinticinco escalones, por una puertecita negra, aparecía lo que se parecía ¿al cielo, al infierno?
Jóvenes mujeres entalladas en licras servían tragos. Hoy sabemos que se llaman Body’s. Entonces no dejaban nada a la imaginación. La música les hacía bailar en patines. Las mesitas apenas eran para cuatro personas. Abrían, todos los días, a partir de las cuatro de la tarde. Cerraban a las cuatro de la mañana. Seis horas mas que el resto de los cabarets y discotecas.
Ahí. En ese instante. Ahí comenzó todo. Justo cuando las muchachas del Tabares y las Ostras se quitaron los patines y los cambiaron por un tubo. El body desapareció y quedó diminuta tanga.
Nos dijeron que llegábamos al primer mundo del turismo mundial. Supimos que en San Francisco, Estados Unidos, eso se llamaba Top Less. Ellas bailaban en la mesa donde les pagaban. ’Ve y siente, no toques’ ’Don’t Touch’, se leía en letreros pequeñitos escritos con tinta fluorescente.
Negocio redondo: siempre lleno.
INOCENCIA ROBADA
Luego se abrió uno que se llamó ’Pirata’s’, en la colonia Progreso. Luego El Sombrero cambió de ser una cantina donde se reunían policías, agentes de gobernación y periodistas a la nueva moda: el Top Less. El tubo. El sexo invadió Acapulco. Los periódicos ofrecían sexo a domicilio junto a los anuncios de escuelas e iglesias. Los horarios cambiaron: desde el mediodía a las cuatro de la mañana.
Después aparecieron unos antros llamados ’After hours’. Abrían a las cuatro de la mañana y cerraban a la hora que se iba el último bebedor pero, cuando el ultimo se iba llegaba otro, y otro, y otro, y asi, al infinito y mas allá.
¿Y la Zonaja? ¿La Zona Roja? ¿Desapareció? No’mbre. Se fue extendiendo, poquito a poco, por todo Acapulco. En la costera, en el Rena, en la Zapata, en La Sabana, al ritmo del Zsa, Zsa, Zsa, yakuzsa, yakuzsa, mesa, mesa, mesa que mas aplauda le mando a la niña. Zsa, Zsa, Zsa. Creció.
La prostitución dejó de ser un baile por diez pesos al ritmo del Acapulco Tropical, para convertirse en un baile privado por mil 500. La mariguana, cocaína y todo tipo de drogas que se vendían en la vieja ’zonaja’ dio paso a ’tienditas’ que abrieron por todo Acapulco.
La discreción, clase y estilo de los cabarets gay’s se perdieron: en la costera aparecieron prostitutos vestidos de mujer, las pozolerías ofrecieron shows travestis y… sexo al mejor postor.
NADIE DIJO NADA
Cuando abrió el Tabares en el zócalo, junto a la Catedral, nadie dijo nada.
Cuando abrió el Piratas y El Sombrero se transformó, nadie dijo nada.
Cuando a los agentes de tránsito y preventivos les quitaron la comisión por cada infracción y les obligaron a llevar mordidas para repartirlas a sus jefes, nadie dijo nada.
Cuando la Zona de Tolerancia se extendió a Rena, Zapata, Sabana, nadie dijo nada.
Cuando aparecieron planas y planas de anuncios en los periódicos ofreciendo sexo a domicilio, nadie dijo nada.
Cuando abrieron por todo Acapulco ’tienditas’ vendiendo la droga que antes se vendía exclusivamente en la Zona de Tolerancia, nadie dijo nada.
LOS MUERTOS
Droga siempre ha habido en Acapulco. Antes, en las discotecas que abrían a las diez de la noche y cerraban a las cuatro de la mañana, se podía conseguir marihuana marca Acapulco Golden y buena cocaína traída directamente de Colombia. Bastaba con enviar, discretamente, a alguien a la vieja ’zonaja’.
La permisividad se convirtió, en ese instante del Tabares y Las Ostras, en un círculo vicioso cuyo diámetro no es el del candente volcán de sexo que nos ofrecieron, sino el de un remolino marino que todo se traga. Crece cada día.
Antes, como hoy, había muertos. Pero había un código: Todo lo que pasaba en la ’Zonaja’ de ahí no salía. Asi que… no pasaba nada porque no pasaba nada. Acapulco vivía tranquilo. La fiesta era de diez de la noche a cuatro de la mañana. El escándalo estaba allá, en la Zona. Las muertes allá, en la zona. Todo allá.
Nosotros, los reporteros, sabíamos que nuestro ingreso venía del turismo. Los muertos o secuestrados no pagaban verdes. Las fotografías de millonarios turistas y extranjeros nos llenaban los bolsillos con dólares. Nos hacían felices. De ello vivíamos.
Pero… hasta eso ha cambiado. Hoy, las fotos en medios corresponden a descuartizados, decapitados, asesinados. La paradoja es que son los mismos policías federales, ex bomberos, ex agentes de las policías, ex agentes de gobernación, empleados del servicio Médico Forense e, incluso, algunos peritos de la Fiscalía General del Estado, quienes filtran las gráficas que sangran a Acapulco. ¿Pasa lo mismo en Cancún, Vallarta o Cabos? Parece que no.

BARCELONA
Nuestra amiga, Mari Frances Poveda, es una españolita que vive en la región Vasca de España. Visita regularmente Taxco, Acapulco y Tierra Caliente. Ella se dedica al turismo y escribe en medios de Barcelona. Fue testigo de los bombazos, asesinatos y el terror que sembraron los asesinos de la banda delincuencial ETA.
Nos ha platicado que allá, en Barcelona, ciudad que recibe millones de turistas cada año, la fuente principal de ingresos, el turismo, estuvo a punto de morir gracias a los terroristas de la ETA.
— ¿Qué hicieron? Le hemos preguntado.
— ’No ha sido fácil’, nos ha respondido. ’Entendimos que los terroristas querían asustar a los civiles, no al gobierno’. En Barcelona hubo un pacto por salvar la principal fuente de ingresos que es el turismo.
Fueron los medios quienes promovieron los primeros círculos virtuosos: comenzaron por llamar terroristas y asesinos a los terroristas y asesinos.
Luego les echaron al olvido y sucedió el milagro: se recuperó el turismo. El terror funciona porque los terroristas quieren reflectores para sus actos de barbarie, nos dijo Poveda. ’Cuándo nadie les hizo propaganda, le bajaron a su violencia y recuperamos nuestra economía, nuestro turismo y nuestra vida. Hoy podemos caminar en Barcelona sin temor a un estallido o una balacera’.
NO DIJE NADA
La realidad acapulqueña nos lleva, necesariamente, a recordar a Martin Niemoller, mejor conocido como autor del poema ’Cuando los nazis vinieron por los comunistas’, que trata acerca de las consecuencias de no ofrecer resistencia a las tiranías en los primeros intentos de establecerse.
Niemöller menciona que no se trataba originalmente de un poema, sino del sermón ¿Qué hubiera dicho Jesucristo?, pronunciado en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern (Renania-Palatinado, Alemania).
Este poema se atribuye de forma errónea, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

ACAPULCO
¿Alguien puede atender el llamado de Acapulco para detener la barbarie? ¿Quién comienza con los círculos virtuosos?
— ¿O acaso es que ya no hay nadie?

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