Concatenaciones
Fernando Irala Burgos
Pese a la aplicación de restricciones extraordinarias a la circulación de vehículos, la metrópoli va de una a otra contingencia ambiental, sin que el recurso de parar carros resuelva o por lo menos atempere la tragedia.
El transporte público, ya de por sí insuficiente, se sobresatura hasta hacer de la travesía de los pasajeros un viaje dantesco, sobre todo en el metro en esta temporada de calor.
Entretanto, la torpe disposición genera de inmediato el efecto contrario. En abril la venta de automóviles nuevos rompió todas sus marcas, y el mercado de coches usados se incrementó y se encareció.
Así, entre la estulticia gubernamental y la desesperación de la población, se genera un círculo vicioso que agrava la calidad del aire y hace cada vez más difícil el remedio.
Para tener movilidad sin hacer crecer la contaminación, la ciudad requeriría tener una red de líneas del metro de por lo menos el doble en su extensión, y el apoyo de trolebuses, tranvías y trenes eléctricos cuya escasez salta a la vista.
El gobierno capitalino vive entrampado por su fijación de que el transporte sea muy barato, lo que genera un déficit permanente, subsidios que nunca alcanzan, la imposibilidad financiera de construir más rutas y el deterioro acelerado del equipo, por su uso intensivo y la falta de mantenimiento.
La gente que requiere trasladarse tiene aparentemente un gran ahorro en el pasaje, que paga con creces en la saturación, los apretujones, las interrupciones y en general la pésima calidad del servicio. Lo barato nos cuesta muy caro.
El recurso de comprar y utilizar un coche para ir de casa al trabajo y viceversa es en cualquier ciudad con un buen transporte colectivo una mala idea, pero aquí se ha vuelto una necesidad vital.
Las medidas desesperadas de rolar el paro de coches no sólo es antieconómica; ha mostrado a lo largo de un cuarto de siglo ser antiecológica.
Pero a nuestros expertos y gobernantes no les da para más. Sólo se saben del uno al cero, y cinco colores de calcomanías. Y así estamos.