Triunfaron la amistad y la diplomacia


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Triunfaron la amistad y la diplomacia
Política
Agosto 06, 2014 16:17 hrs.
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Salvador Flores Llamas/ › todotexcoco.com

El contingente partió de Vallarta y Plaza de la República (junto al Monumento a la Revolución) pasó por la calle de Ejido (hoy Av. de la República) Av. Juárez y Madero y llegó al costado noreste del Palacio Nacional, en cuyo primer piso está el despacho del secretario de Hacienda.

Fidel Velázquez, líder del Movimiento Obrero, pronunció férvido discurso para proclamar a José López Portillo (JLP) candidato presidencial del PRI.

Mientras, el presidente Echeverría (LEA) asistía a una comida en la Casa del Obrero Mundial, en la Colonia Guerrero, rodeado por la mayoría de los suspirantes y desde luego el principal, Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, a quien su costilla, Marcela Ibáñez le hizo el flaco favor de distanciarse de “la compañera María Esther”, esposa de LEA, que así deseó ser llamada, en vez de primera dama.

Hubo un acto, al que “la compañera” invitó a las esposas de los miembros del gabinete, y a la salida se puso en la puerta a pedirles donaran las joyas que llevaban para el IMPI, como se llamaba entonces el DIF.

La consorte de Moya Palencia se negó a hacerlo, y María Esther tuvo que jalonearla para quitárselas, si no otras podrían también seguir su ejemplo. ¿No pudo esperar Marcela a que Mario fuera Presidente, si estaba segura de ello?

“La mujer del Presidente no vota, pero sí veta”, decía un político añoso y experimentado.

En mentideros políticos se barajaban los seis nombres que destapó Leandro Rovirosa Wade, secretario de Recursos Hidráulicos y gran amigo de LEA, y el agraciado no era ni con mucho, el destapado finalmente, sino de los menos. Pero era el mejor amigo desde la adolescencia y juventud de LEA e hizo con él un legendario viaje a pie a Chile.

No se equivocaban quienes creían que JLP no era político, que su amigo LEA le había hecho curriculum (a inicio del sexenio lo nombró subsecretario del Patrimonio Nacional, luego director de la CFE y Secretario de Hacienda, cuando “las finanzas del país se manejan desde Los Pinos”) para engordar la lista de los tapados; mas no le daban ninguna posibilidad para la grande.

JLP lo entendió, pero como le entró la curiosidad de otear: “le pregunté a Luis qué futuro me veía, y lacónicamente me contestó: tú búscatelo”. Y decidió que valía la pena jugársela.

Al enterarse por María Esther (también su amiga desde antes que fuera novia de Luis y en cuya boda fue testigo) que Moya estaba descartado por Marcela, vio una rendija de luz; pero estaban otros muy cercanos: Muñoz Ledo, secretario del Trabajo; Gómez Villanueva en la reforma Agraria, y Cervantes del Río, secretario de la Presidencia.

Los dos primeros se le habían metido mucho a LEA, uno como inspirador y autor de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados; el otro por incendiario del campo; ambos con inclinación socialistoide.

Fundadora y directora del Instituto Motolinía, de la Colonia del Valle, hasta su muerte en 1966, fue la religiosa Ma. Dolores Echeverría, amiga de la familia de JLP desde Guadalajara y tía de Luis, que lo estimaba mucho como amigo de su sobrino y porque llevó a su colegio a sus hijas Carmen Beatriz y Paulina.

Como ella ya había fallecido y JLP cultivó relación con su sucesora, planteó a ésta su preocupación de que fueran presidente o Porfirio o Augusto, porque agitarían mucho a México, y le pidió viera a LEA, quien la apreciaba muy bien, y en la conversación le expusiera esta angustia y la de muchos mexicanos y, de paso, le diera una manita a él.

La religiosa no aceptó por considerar que nunca había recurrido a LEA, y podía tomarla por imprudente y oficiosa; lo que haría fracasar la causa.

En un segundo round JLP le sugirió que tocara el tema con el delegado apostólico, Mons. Mario Pío Gaspari, quien la tenía en buena estima. El, diplomático de carrera, vio la ocasión para hablar con el Presidente sobre una visita al Papa en busca de apoyo a la Carta de los Derechos y Deberes, que LEA quería usar de credencial en busca de la secretaría general de la ONU, su sueño dorado para un liderato mundial después de Los Pinos.

Pero antes, la monja también quiso sacar a JLP la promesa de que acercaría el gobierno a la Iglesia; él lo aceptó y le ofreció invitar al Papa a México, el gran anhelo de su madre, doña Cuquita Pacheco de López Portillo, quien por su avanzada edad ya no podía viajar en avión para ir a Roma.

Así se hermanaron los propósitos de los tres.

El 7 de septiembre de 1975, la noticia del destape cimbró a los asistentes a la comida en la Casa del Obrero Mundial. Moya Palencia salió casi atrás de LEA y se dirigió al Zócalo, le dio varias vueltas a la plancha de concreto y al fin se decidió a entrar y felicitar a JLP, quien le agradeció el gesto con un fuerte abrazo y la expresión: “Mario, tú siempre tan inteligente”.

Habían triunfado la amistad y la diplomacia.

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