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¿Un nuevo PRI?

¿Un nuevo PRI?
Periodismo
Marzo 04, 2018 18:38 hrs.
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Ramón Zurita Sahagún › guerrerohabla.com

Nunca como en el presente, el PRI habrá de enfrentar su peor encrucijada, la de pasar al olvido como partido político continuar por una nueva ruta.

El primero de julio por la noche o a más tardar el siguiente día sabrá si los efectos de la actual administración tuvieron resultados positivos o negativos.

De acuerdo con los pronósticos, se le ubica como tercero en los resultados electorales, aunque a su favor juega el hecho de que no inician todavía de manera formal las campañas electorales.

El PRI juega en esta ocasión con un candidato no militante, con buenas calificaciones como servidor público, pero alejado de la ciudadanía y sin grande atributos para ser carismático.

Lo hicieron de esta forma, para llamar la atención ciudadana que ve con recelo la marca PRI como partido político y que muestra rechazo a la mayor parte de los personajes que se mencionaban como prospectos presidenciales del partido tricolor.

Si acaso del grupo de militantes priistas, José Ramón Narro Robles, secretario de Salud, escapa de esas consideraciones, pero no se atrevieron a nominarlo como su candidato.

Eligieron al que no es militante y que ayer intentó presentar un discurso incluyente, reconociendo culpas de militantes de un partido al que no pertenece y asumiendo compromisos que, tal vez, no pueda cumplir si se mantiene en ese tercer lugar de las preferencias.

Durante el 89 aniversario de la fundación de un partido que nació como Partido Nacional Revolucionario, pasó a ser Partido de la Revolución Mexicana y terminó siendo Partido Revolucionario Institucional, en un pequeño lapso de tres lustros, Meade Kuribreña reconoció que el reclamo más grande son la inseguridad y la violencia, así como la corrupción e impunidad.

Pintemos nuestra raya de los que han llenado sus bolsillos a costa de los mexicanos, dijo el candidato del PRI que conocerá el efecto de sus palabras el primero de julio, donde sabrá si estas fueron tomadas en serio por los ciudadanos o simplemente relegadas como muchas otras frases de campaña.

La prueba es grande, ya que a diferencia de otros tiempos, el reclamo ciudadano hacia el PRI se ha visto en los resultados electorales, donde han ido cayendo cada uno de los reductos partidista en los estados y el principal de ellos, el Estado de México, estuvo a punto de ser derruido.

En los comicios estatales de 2016, los priistas vieron como emblemáticos estados como Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo y Durango, jamás gobernados por opositores del PRI, fueron obtenidos por los candidatos opositores.

7 de 12 estados ganó la oposición y el PRI mantuvo los cinco.

Es cierto que en el año dos mil se enfrentó a una gran prueba, después de que el dos de julio perdió por vez primera la Presidencia de la República y seis años después repitió la historia.

Los tiempos eran distintos y los priistas pudieron repensar las cosas, reordenarse como partido político, reagruparse y dejar los pleitos y divisiones.

Había mucha resistencia para darle una nueva oportunidad al partido que durante 70 años había gobernado México y que si bien existían cosas buenas, las malas eran las que se mantenían frescas en la memoria.

Las devaluaciones, los saqueos indiscriminados a las finanzas públicas, los abusos de poder, la corrupción y la centralización del poder, parecía pesar más que los logros en diversas áreas, los que se reconocen como obligaciones de las autoridades.

Con todo y ello, los electores decidieron darle una segunda oportunidad al partido tricolor y vieron en un candidato con carisma el mejor elemento para que gobernara el país.

Consideraron que los doce años de gobierno panista no habían aportado más allá de lo que hacían tradicionalmente los priistas y por el contrario, la inseguridad y la violencia se habían disparado en forma alarmante.

Enrique Peña Nieto reconquistó la Presidencia de la República para el emblema priista e ilusionó a gran parte de la ciudadanía.

Llegaba con un gran bono democrático y con aparente buenas intenciones, firmando sus compromisos de campaña para que se plasmaran en la realidad.

Su gabinete se conformó con parte de su equipo con el que administró seis años en el Estado de México, con otras incorporaciones, se establecieron alianzas y se firmó una Pacto por México, entre los tres partidos con presencia nacional.

Se cumplió el compromiso de realizar reformas en materia de educación, energéticos, financiera y todo parecía marchar de maravilla hacia el camino del progreso y despegue del país.

Las cosas fueron distintas en el terreno de los hechos, se comprobó que varios de esos colaboradores de primer nivel eran ineficientes, que en muchos de los casos abusaban en sus cargos, permeó la corrupción en todos los niveles, la inseguridad y violencia se incrementaron y las reformas no surtían el efecto deseado.

Se habló de que con las reformas, gasolina, electricidad y otros servicios bajarían de precio y sucedió lo contrario se incrementaron en forma alarmante.

El peso se devaluó de manera creciente, los empleos no aparecían por ningún lado, se confirmaron actos de corrupción de gobernantes, principalmente priistas y las sospechas llegaron a los niveles más altos.

Desde la Presidencia, el Ejecutivo federal se negó a realizar cambios entre sus colaboradores más cercanos a su afecto, con todo y los señalamientos que comprometían su honestidad.

Cuando procedió a los cambios, procuró que los espacios fuesen ocupados por personajes provenientes del Estado de México o vinculados a ese entorno.

Ahora el PRI enfrentará la prueba de las urnas y sabrá si el candidato elegido fue el adecuado y si tiene futuro como partido y seguir experimentando con candidatos ajenos a su militancia.

Email: ramonzurita44@hotmail.com


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