Un mes después

Pasado ya el primer mes de los comicios (7 de junio) pocos movimientos se aprecian en torno a la actividad política.

Es cierto que el ambiente se encuentra contaminado de rumores y versiones al por mayor que hablan de la posibilidad de cambios dentro del gabinete, de nombramientos en las posiciones disponibles, pero no sucede nada.

Luego de unos resultados que no causaron demasiadas sorpresas, con la excepción de Nuevo León (por los números, no por el triunfo de Jaime Rodríguez Calderón), los partidos entraron en un relax, donde deberán revisar los errores cometidos, enmendarlos y mirar hacia el futuro.

Cada uno de ellos deberá encontrar explicaciones del porqué de no haber concretado las metas fijadas.

En el análisis de los números y resultados se verá si el dirigente nacional del partido tricolor, César Camacho cumplió con su cometido y tendría como premio la coordinación de los diputados de su partido o, simplemente, se le entrega a otro legislador.

Los priistas deberán analizar las cifras tan bajas de votos y porcentaje, con todo y que mantienen la supremacía en la Cámara de Diputados y ganaron la mayoría de los gobiernos estatales en disputa (5 de 9), aunque para ellos no resulta satisfactorio.

Recuperar Sonora y Guerrero, a cambio de la pérdida de Nuevo León, Michoacán y Querétaro, además del presupuestado Baja California Sur, no es como para dejar satisfechos ni al dirigente nacional del partido, ni mucho menos al Ejecutivo federal.

Y es que el manejo que tuvieron los priistas fue totalmente desaseado y el costo sumamente elevado.

En Nuevo León, la población salió a votar contra el voluntarioso gobernante, Rodrigo Medina de la Cruz, señalado como parte de la corrupción, de la que se hace responsable, principalmente a su padre.

Medina de la Cruz se empecinó en que la candidata fuese Ivonne Álvarez, una senadora todavía inexperta y alejada de las bases del partido, haciendo de lado a otras caras más experimentadas y que podrían convertirse en atractivo para los electores.

El fenómeno de El Bronco (Jaime Rodríguez Calderón) se alimentó con una mala nominación del partido tricolor que fue calificada como imposición del gobernador y del senador Emilio Gamboa Patrón.

Fue precisamente Gamboa Patrón el alimentador de la idea de que los candidatos del PRI salieran principalmente del Senado de la República, fundamentando su apuesta en que ellos habían ganado la elección tres años antes, por lo que serían estupendos candidatos.

De los prospectos presentados, fueron aprobados Ivonne Álvarez, Nuevo León; Ricardo Barroso, Baja California Sur; José Ascención Orihuela, Michoacán y apoyada por Manlio Fabio Beltrones, Claudia Pavlovich, Sonora, aunque el candidato de Gamboa resultaba ser el otro senador Ernesto Gándara.

Los cuatro priistas habían vencido en las urnas en 2012 a sus adversarios panistas y perredistas, por lo que representaban (según Gamboa) una apuesta segura.

Pavlovich y Gándara habían ido en fórmula senatorial como uno y dos, venciendo a panistas, perredistas y los demás candidatos de los otros partidos, por lo que el que compitiera lo haría favorablemente para su partido.

Barroso había perdido el gobierno de Baja Sur unos meses antes, pero ganando la senaduría parecía estar listo para competir de nuevo, ya que incluso le había ganado al panista Carlos Mendoza Davis, quien sería el candidato blanquiazul al gobierno estatal.

“Chon” Orihuela había ganado de mayoría la senaduría de Michoacán, como cabeza de fórmula y abría un abanico de posibilidades, porque esa posición el PRI la había perdido en diversas ocasiones en la entidad, con todo y que hasta el gobernador Fausto Vallejo había sido candidato en alguna ocasión (2006).

En Nuevo León, Ivonne había sido primera en la fórmula ganadora de 2012.

Ya en el terreno de los hechos, loa astros no se alinearon como pretendían los priistas y de los cuatro candidatos salidos del Senado de la República, tres perdieron y por amplias diferencias de votos.

Claro que la derrota se debió también a otros aspectos, entre los que destacan las corruptelas de la administración tricolor en Nuevo León, el fenómeno del candidato independiente y la mala operación de los estrategas enviados a esa entidad, entre los que se encuentra el hoy diputado federal electo, Enrique Jackson.

Michoacán era un caos desde el inicio, provocado por la pésima administración del priista Fausto Vallejo, las vinculaciones de su secretario de Gobierno y ex gobernador interino, Jesús Reyna y de su propio hijo, Rodrigo Vallejo Mora, con las organizaciones criminales del estado.

El esfuerzo de Orihuela no fue suficiente para revertir esas tendencias negativas y quedó rezagado del triunfador perredista Silvano Aureoles.

Baja California Sur dejó en claro que Barroso no era un buen candidato y que su triunfo tres años antes se debió al fenómeno Peña Nieto.

En Sonora operó que el gobernador panista, Guillermo Padrés Elías, se encontraba tan o más desacreditado que el priista Medina de la Cruz.

Querétaro dejó en claro la mala selección del candidato, Roberto Loyola Vera, impulsado por el gobernador José Eduardo Calzada.

Los demás triunfos priistas en Campeche, Colima y San Luis Potosí, se debieron en mucho al conjunto de diversas acciones que van desde la selección del candidato, pasando por administraciones alejadas de los escándalos, en el caso de los priistas y estrategias acordes, mientras que en Guerrero los escándalos perredistas les abrió la puerta al triunfo.



PAVLOVICH



Agradecida con sus operadores que la llevaron al triunfo, la gobernadora electa de Sonora, Claudia Pavlovich, reunió a varios de ellos en el Four Season de la Ciudad de México.

Faltó el principal de ellos, Manlio Fabio Beltrones, pero sí estuvieron el estratega Hugo Scherer y el coordinador de maletines, Canek Vázquez.



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