Presente lo tengo yo

Una historia de futbol

Una historia de futbol
Periodismo
Agosto 30, 2021 22:39 hrs.
Periodismo ›
Armando FUENTES AGUIRRE › guerrerohabla.com

Este señor de Guadalajara era fanático del Atlas. Ya he dicho que las preferencias futbolísticas de los tapatíos se dividen radicalmente –y a veces furiosamente– entre los rojinegros del Atlas y las Chivas del Guadalajara. El otro equipo, antes los Tecos, nunca fue causa de fanatismo igual. Este señor era furibundo atlista.

Imbuyó, pues, en su única hija el amor que sentía por su equipo. Le llenó el cuarto con banderolas del Atlas y con fotografías de los jugadores; la llevaba siempre a ver los partidos en que jugaba el Atlas; le hablaba de la gloriosa trayectoria del equipo, le contaba anécdotas que oyó en
su niñez y juventud, todas en torno de los colores rojo y negro.

Así pasó su infancia aquella niña, bajo la aureola del Atlas. Pero creció y se hizo aborrescente, que es otro modo de decir adolescente. Ya se sabe que en esa edad comienzan las rebeldías ante toda autoridad, sobre todo ante la autoridad paterna. Entonces la chica se decidió a trazar fronteras entre su padre y ella. Y una de las primeras fronteras que trazó, y la más fuerte y decisiva, fue la que se refería al futbol.

La muchacha tenía amigas y amigos, y todos eran seguidores de las Chivas. Empezó a ir con ellos al estadio, ya no con su papá. Supo de la gran tradición del legendario equipo, de sus sonoros triunfos en los clásicos ante el América. Y de la noche a la mañana se volvió guadalajarista, así como antes había sido atlista por influencia de su padre.

Un buen día quitó de su habitación toda la parafernalia del Atlas y la sustituyó por la del Guadalajara. En vez de las banderolas rojinegras atlistas puso grandes banderas azules y blancas de las Chivas, y colocó en lugar de honor los retratos de los jugadores del equipo.

Cuando ese día su padre llegó a la casa la chica
le dijo:

-Padre: quiero hablar contigo.

El señor se inquietó. Supuso que su hija estaba embarazada, que se había metido en problemas de dinero, o que había decidido abandonar la escuela. Tembló al pensar que anduviera en cosas de la droga, o que trajera líos con la policía.

Eso no era nada, sin embargo, comparado con
lo que la muchacha le dijo tras una larga pausa
de suspenso:

-Papá: quiero decirte que ya no soy del Atlas. Ahora soy Chiva.

Palideció el señor al oír aquella tremendísima revelación. Se le hizo un nudo en la garganta, y la frente se le perló con un sudor de angustia.

-Hija mía –le dijo con acento tribulado, lleno de congoja y de dolor–. Mejor me hubieras dicho que te habías metido a puta.

Desde luego no se podía esperar mucha comprensión de este hombre. Todos los fanatismos son malos, y los del futbol y de la religión son los mayores. Conté esta anécdota tal como la oí en tiempos de prepandemia en sabrosa conversación de sobremesa allá en Guadalajara, donde hay dos temas
principales de conversación: uno es el futbol
y el otro también.

Ver nota completa...

Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

Suscríbete

Recibe en tu correo la información más relevante una vez al mes y las noticias más impactantes al momento.

Recibe solo las noticias más impactantes en el momento preciso.


Una historia de futbol

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.