Vuelta al suelo

Volvió el Papa al Vaticano, después de casi una semana de transitar por territorio mexicano, y al retornar él a su sede, también en el país la gente regresa de nuevo a su realidad y su rutina: luego de sentirse en el cielo, la feligresía se ubica poco a poco en el suelo.
Para el recuerdo y la conciencia quedan las reflexiones de Francisco sobre la pobreza, la desigualdad y la explotación, su condena a quienes medran con el trabajo y el dolor de otros, y su solidaridad con los indígenas, los miserables, los enfermos y los proscritos.
En especial, queda esa imagen frente a los presos, ofensores de la sociedad y sin embargo producto de la misma, por lo que en realidad ellos deben perdonar a quienes les han cerrado las puertas y no les han dado oportunidades para otro destino.
Es probable que su visita, como todo hecho trascendente, tenga consecuencias que se hagan sentir a largo plazo.
Pero en lo inmediato nada nuevo pasa, y más bien en las calles, plazas y hogares, la normalidad retoma su lugar cotidiano.
La violencia, por ejemplo, no cesa. Incluso el motín de la cárcel de Topo Chico, con medio centenar de muertos, precedió inmediatamente a la visita de Francisco. Y otro tumulto, por fortuna con saldos menores, tuvo lugar y pudo ser controlado en sus inicios en el penal de Ciudad Victoria, en el cierre mismo de la visita pastoral.
En otro ámbito, mientras el Papa se dirigía hacia Ciudad Juárez, a sus últimas actividades en territorio nacional, el secretario de Hacienda y el Gobernador del Banco de México nos recetaban con una triple medida económica, de ésas que la gente no entiende mucho, pero por instinto y experiencia sabe que nunca son buenas noticias: recorte al gasto público, subida de la tasa de interés, fin de la subasta de dólares para sostener el tipo de cambio.
Como colofón la reflexión de inicio: casi tocamos el cielo, pero al despertar del sueño, nuevamente topamos con el suelo.