¿Y las reformas?

Las reformas estructurales se han convertido en un aborto involuntario del gobierno federal. De su nacimiento aún no hay noticias y el tiempo de gestación concluyó.
La reforma energética tuvo como último estertor de muerte el cambio en la dirección general de Pemex, pero nunca se habló de destituir al mayor lastre de la economía de la empresa petrolera que es Carlos Romero Deschamps y sus secuaces.
La agonía de Pemex impide el nacimiento de la reforma energética.
La reforma fiscal da un paso hacia adelante y dos para atrás. Está redactada para justificar su suicidio antes de surgir.
La reforma laboral tiene en el outsourcing su única expresión, pero saben que de un momento a otro se les revertirá el trabajo sin contratación, y por lo tanto sus prestaciones que todavía exige la ley.
La reforma que se niega a morir del todo es la educativa, pero dado su estado de salud debieron asignare un especialista y le mandaron un paramédico, cuyo desconocimiento de su chamba lo ha llevado a ser el centro de la burla en más de una ocasión en su breve vida al frente de la SEP.
Aurelio Nuño, reconoció el carácter administrativo y laboral de la reforma educativa como parte de una medida política “fundamental” para “reorganizar” el sistema y recobrar la rectoría del Estado en la materia. Si sólo tiene dos aristas no pueden considerarse reforma lo que se trata de hacer con la educación en México. Menos aún colocarle el nombre de reforma política, porque la educación tiene su propia vertiente y posee derroteros que si bien no excluyen la política, su desarrollo, calidad y crecimiento debe estar lo más posiblemente alejada del grupo político en turno.
Si, como dice el secretario de Educación, se reduce a una cuestión laboral y administrativa, no conocemos las razones por las cuales se quiere transformar el sistema laboral que el gobierno tiene establecido para arrojar a la vida laboral a profesores, a través de las normales rurales y urbanas. Éstas son el enemigo a vencer de ese remedo de purga laboral denominada reforma educativa.
La evaluación, esencia de la frágil reforma educativa, debió ser una herramienta únicamente de un supuesto proyecto mayor que sería la reforma; sin embargo, la reforma en lugar de hacerse grande con la evaluación se redujo a unas simples pruebas para conservar la chamba.
Pero el secretario de Educación, asegura que se trata de una reforma educativa completa, aunque no explica las razones que tiene para afirmarlo. Ni siquiera anuncia una segunda parte de dicha reforma y menos aún permite ver las bondades de una transformación que no toca el tema de programas, planes, estrategias pedagógicas, etc.
Sólo recortar personal parece ser el objetivo de la reforma y es la única que tiene frutos si así puede llamársele a los profesores que día tras día engrosan las crecientes filas del desempleo.
La falta de conocimiento en la materia y de experiencia en la vida púbica del país hacen del secretario de Educación un verdadero galimatías, porque asegura que la reforma educativa es el primer paso para consolidar la reforma.
Si quiere transformar la educación no puede empezar por despedir maestros a través de una prueba, sino por fortalecer los programas en los diferentes niveles y áreas y dejar de homogenizar conocimientos para que un niño del campo conozca los nombres de los premios Nobel de Literatura, en lugar de cómo sembrar maíz en la parcela de su casa para sobrevivir.
Las reformas nacieron muertas o simplemente fueron abortos de la inexperiencia de los políticos de la actual administración que no saben qué hacer con documento que exige una dinámica política y laboral que ellos desconocen en su infinita adicción por el confort y las cosas fáciles.