Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?


Mira que por ti soporto insultos

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Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?
Religión
Julio 28, 2020 21:52 hrs.
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La Palabra de Dios

Miércoles 29 de julio 2020

Memoria de Santa Marta

Primera lectura
Jer 15, 10. 16-21
¡Ay de mí, madre mía!
¿Por qué me engendraste
para que fuera objeto de pleitos y discordias
en todo el país?
A nadie debo dinero, ni me lo deben a mí,
y sin embargo, todos me maldicen.

Siempre que oí tus palabras, Señor,
las acepté con gusto;
tus palabras eran mi gozo
y la alegría de mi corazón,
porque yo defendía tu causa,
Señor, Dios de los ejércitos.

No me senté a reír con los que se divertían;
forzado por tu mano, me sentaba aparte,
porque me habías contagiado con tu propia ira.
¿Por qué mi dolor no acaba nunca
y mi herida se ha vuelto incurable?
¿Acaso te has convertido para mí, Señor,
en espejismo de aguas que no existen?

Entonces el Señor me respondió:
’Si te vuelves a mí, yo haré que cambies de actitud,
y seguirás a mi servicio;
si separas el metal precioso de la escoria,
seguirás siendo mi profeta.
Ellos cambiarán de actitud para contigo
y no tú para con ellos.
Yo te convertiré frente a este pueblo
en una poderosa muralla de bronce:
lucharán contra ti, pero no podrán contigo,
porque yo estaré a tu lado para librarte y defenderte,
dice el Señor.
Te libraré de las manos de los perversos,
te rescataré de las manos de los poderosos’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 58, 2-3. 4-5a. 10-11. 17. 18
R. (17d) Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Dios mío, líbrame de mis enemigos
protégeme de mis agresores,
líbrame de los que hacen injusticias,
sálvame de los hombres sanguinarios. R.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Mira cómo se conjuran contra mí los poderosos
y esperan el momento de matarme.
Sin embargo, Señor, en mí no hay crimen ni pecado;
sin culpa mía, avanzan contra mí para atacarme. R.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
En ti, Señor, tendré fijos los ojos,
porque tú eres mi fuerza y mi refugio.
El Dios de mi amor vendrá en mi ayuda
y me hará ver la derrota de mis enemigos. R.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Yo celebraré tu poder
y desde la mañana me alegraré por tu bondad,
porque has sido mi defensa
y mi refugio en el día de la tribulación. R.
R. Me alegraré, Señor, por tu bondad.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 8, 12
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Aleluya.


Evangelio
Jn 11, 19-27
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a Ma¬ría para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: ’Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas’.

Jesús le dijo: ’Tu hermano resucitará’. Marta respondió: ’Ya sé que resucitará en la resurrección del último día’. Jesús le dijo: ’Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?’ Ella le contestó: ’Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Mira que por ti soporto insultos
El profeta suele manifestarse como un quejica. Es comprensible. El panorama que le ha pintado Dios previamente es para quejarse y más. No es nada halagüeño decirle al pueblo lo que le esperaba. Jeremías es famoso por sus lamentos. Le recuerda a Dios que él se ha portado bien en todo momento, pero todos le maldicen y rechazan. Tuvo que enfrentarse a muchos conflictos con reyes, funcionarios, sacerdotes, falsos profetas. Y todo por fidelidad a Dios.

Por eso clama pidiendo ayuda a Dios, para que se acuerde de él. ’Mira que por ti soporto insultos’. Él, que se ha dejado embeber por las palabras del Señor, que su corazón le pertenecía a Dios, que ha hecho todo lo posible por ser íntegro y leal… ahora se siente abandonado.

En algún momento de nuestras vidas, ¿quién no se ha quejado, lamentado, vuelto hacia Dios? Es una reacción muy humana. ¿Hacia quién se revolverán los que no creen en Dios? Nosotros, al menos, tenemos palabras y gestos de los profetas, de Jesús mismo, que nos consuelan y ayudan en momentos de dificultad. Hay un soporte, una agarradera interior, una confianza; hay una comunión de fraternidad con otros que nos sostiene y eleva nuestra actitud.

He utilizado muchas veces en cursos con educadores esta cita porque me parecía una buena síntesis: ’El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas’. (William A.Ward).¿Y el creyente? El creyente pone su esperanza en Dios. La esperanza es nuestra clave para seguir actuando, sin perder un ápice de realismo. Estamos en tiempo de prueba. Van a ser años muy duros. Y sin ser ilusos, no dejaremos de proclamar que la esperanza nos mantendrá a flote y nos ayudará a ajustar las velas personales insufladas por el Espíritu de Dios.

Sí, lo sabemos bien: ’Dios creó el mundo en seis días. El séptimo, descansó. Al octavo día, comenzó a recibir quejas. Y no se han detenido desde entonces’. (James Scott Bell). Pongamos freno a nuestras quejas, excusas, lamentos, lloriqueos vanos. Eso no quiere decir que seamos ciegos al dolor y las dificultades; pero construyamos nuestra vida personal, familiar, comunitaria sobre la esperanza. Ser testigos de esperanza es nuestro reto.

Salmo 58.

El salmista pareciera que ha escuchado a Jeremías. Se sabe perseguido, criticado, vilipendiado y por eso acude a Dios pidiéndole ayuda y suplicándole que le libre de los enemigos. Es un salmo con el que es fácil compenetrarse, pero que no debe ser la actitud predominante en nuestra oración, más bien al contrario: Dios es nuestro refugio, pero no nuestra alienación.

Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?
Un evangelio diáfano, lineal. Se comprende enseguida. Lo que pareciera contradicción, antinomia, no lo es: Marta y María son complementarias. Separadas nos llevan a una visión sesgada del encuentro con Jesús y de la recepción del Reino. No es difícil imaginarse cómo era Lázaro entre dos hermanas: la mandona y la callada; la intrépida Marta y la tranquila María. Y él, Lázaro, que significa ’el ayudado por Dios’, en el medio, pacificando muchas veces, quitando la razón a una y dándose a la otra según las circunstancias. A veces se hartaría de las dos hermanas y se iría al huerto a cavar, desbrozar o sentarse a pensar a la sombra de alguna higuera. Lázaro se ha adelantado en esa experiencia personal de la muerte. No sabemos cómo fue. Lo que sí sabemos es que Jesús le consideraba ’su mejor amigo’. Todo un lujo. Fácil es acudir al recurso de la ’acción/contemplación’. Marta la activa y María la contemplativa. Mejor será acudir a la solución intermedia, ya que la una sin la otra no se sostienen, del Lázaro equilibrado, sensato, prudente, mediador.

Y Marta, saliendo al encuentro de Jesús que viene a acompañarlas, se queja dolorida por ese aparente abandono: si hubieras estado aquí… sí, ya sé que resucitará en el último día, pero… Y Jesús se reafirma con contundencia: Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?... No es momento de disquisiciones intelectuales, de dudas interiores, sino de anuncio claro: Yo soy y de respuesta firme: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo… Parece un juego de ’yoes’, a ver quién de los dos tiene más fuerza; pero bien analizado vemos que no hay yoísmo alguno, sino centralidad de la fe, y con ella, de la esperanza, que se fundamentan en la amistad, en el afecto mutuo entre los cuatro: Jesús, Marta, María y Lázaro.

Todos tenemos experiencia familiar y sabemos que muchas veces, la mayoría, un hermano no es amigo, es relación afectiva impuesta por los alzos de sangre; en cambio, tenemos la experiencia de que un amigo fiel tiene todas las características de la hermandad, sin pedir nada a cambio.

Por eso, con esta festividad y este evangelio de Juan, tan proclive a la amistad, tenemos los hilos suficientes para tejer un buen vestido estival que nos proteja en estos meses que van a ser duros y nos van a exigir verdadero sentido de la fraternidad y del servicio.

Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)

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